Hola Manola. Tan poco tiempo... ¡OMG! ¡Es un milagro!
En fin, creo que tengo creatividad estos días, aunque hoy me dió una guía Akane, pero luego el resto fue mío. (Este coso está raro y se me va para abajo la línea. Estúpido blogger ;3; ) En fin esta cosa me está desesperando así que la voy a hacer corta... Este fic es dedicado a Giuly~ Que me lo pidió y con mucho amor se lo hice. Intentaré cumplir con otros pedidos enseguida :D Los quiero ♥
DE FRENTE AL MAR
Y desde el alta mar que besa tu cuerpo hoy calmo, yo dudo de continuo entre
la tierra que me atrapa, el aire que me lleva, y el agua que me llama. Te digo:
“espérame, dile a tus peces y a tus algas, a tus misterios insondables, a tus
enigmas manifiestos, que estoy preparando mi camino para el último buceo”. Y
una brisa suave y vaporosa acaricia tenue mis mejillas...
Aún si pudiese explicar cuándo te
hiciste especial para mí, no hallaría respuesta. Entre las olas te conocí con
tu forma de ser algo infantil, con tu bobería continua y tu sonrisa que ilumina
tanto como el sol que llena las aguas de brillo cada verano. Quizá esté siendo
demasiado poético pero es así lo que me haces sentir. Siempre dije que el mar
era mi amor, el lugar donde podía sentirme tranquilo. Ahora siento que si
pudiese estar contigo entre mis brazos ahí sería el lugar más seguro y
tranquilo para mí. Te tenía entre aquellas olas más no en mis brazos. Sólo sentía
el calor de tu mano, que se unía a la mía para
no separarnos en aquel camino tan fantástico en
los cuales los colares y los peses parecían amarte tanto como yo. De repente
los cardúmenes se acercaban a nosotros y no huían de ti, tanto te amaban que los
peces dejaban que los tomaras en tus manos y les hablaras suavemente. Casi como
yo, que amaría tenerte entre mis brazos y hablarte dulcemente, tanto como ellos
querrían hacerlo para devolverte el gesto.
“Ah,
quisiera ser un pez” —pensaba día tras día cuando te veía hacerlo.
Al salir del agua nos quitábamos parte
del traje y saludando a nuestro profesor de buceo íbamos hacia la orilla y charlábamos
hasta entrada la noche, viendo el atardecer iluminar la playa. Perfecto
momento, perfecto para besarte. Suspiré acercándome levemente y al girar tu
cara me sonreíste al verme mirándote. Incliné la cabeza sin embargo volviste a
girar hacia el frente haciéndome suspirar frustrado. Seguro me habías
rechazado, pero te sentí reír y me sorprendí.
— Cada atardecer Submarine-kun —así me
decías— suspira mucho. —Reíste— ¿Qué sucede? ¿Algo te preocupa? —te miré sin
fingir mi sorpresa. ¿Lo preguntabas en serio? ¿¡No te dabas cuenta!?
— ¿Ah? —solté sin poderlo evitar y
asentí.
— ¿Entonces por qué no hacemos algo? ¡Vayamos
a beber! —sonreí, al menos eso significaba que te gustaba estar conmigo. Quizá
solo eras un poco despistado— ¡Esa sonrisa me gusta Submarine-kun! —reíste.
— ¡Deja de decirme así que la gente
nos mira raro! Si lo continúas haciendo… —me levanté para señalarte con un dedo—
¡te diré Ariel-chan como La Sirenita! —intenté sonar serio pero estallé en
risas.
— ¡Imposible! —reíste suavemente
levantándote y comenzando a caminar por la arena.
— ¿A dónde vamos? —te pregunté.
— ¡Tú déjate guiar por Ariel-chan! —bromeaste.
“Iría
a donde sea por ti” —pensé.
Momentos
después llegamos a un parador, entraste saludando al barman que estaba
preparando tragos para la gente que disfrutaba de una noche estrellada en la
playa. Él te sonrió suavemente y te sentaste en la barra seguido por mí.
— ¡Hi~ka~ru-chan~! —Jugaste con las sílabas de
su nombre— Te presento a Takaki-kun… “Submarine-kun” —aclaraste cuando notaste
la duda en sus ojos. La cara del castaño se puso tensa. No entendí por qué pero
comencé a sentirme incómodo al ver su mirada clavada en la mía como retándome a
algo.
— Hola…—moví mi cabeza para saludarlo,
inclinándola.
— Un placer. —fue lo único que dijo y
se retiró a hacer tragos.
— ¿Siempre es tan seco? —te pregunté
en voz baja cerca de tu oído y te encogiste de hombros tampoco comprendiendo el
por qué— Voy al baño, ya regreso —te dije y me fui intentando buscar el sitio
que correspondiese a aquel lugar. Cuando lo encontré entré encontrándome
acorralado entre la pared y…
— ¿Hikaru-san? —le pregunté.
— Para ti Yaotome —dijo algo seco—
Seré claro y conciso: estoy enamorado de él y noto en tus ojos que también lo
estás tú. Sólo quiero aclararte que lucharé por él —puso un dedo en mi pecho y
lo subió hasta mis labios arrastrándolo —. No dudaré en usar mis mejores armas —me
dijo y se alejó dejándome atónito contra la pared. ¡¿Qué demonios?!
Aquello
me había dejado paralizado.
¿Armas? ¿Estaba loco o qué? —pensé y decidí regresar a la barra. No
quería dejarte solo por mucho tiempo. Lo conocías pero eso no me daba seguridad
de que no fuese a hacerte daño.
Entre
la preocupación que tenía y las miradas de Yaotome, que no dejaban de
perseguirme, las copas fueron pasando casi como agua por mi garganta. No dejaba
de reírme y de insinuarme hacia ti, lo cual hacía las miradas de Yaotome aún más
insistentes y furiosas. En el estado de ebriedad en el que me encontraba, ya no
podía siquiera darme cuenta de ello y no dejaba de besarte la mejilla, de sonreírte,
y acariciarte las manos. Sólo agachabas la mirada algo sonrojado, sin saber que
hacer más que reír.
— Creo que
es mejor que te lleve a casa Takaki-kun —me dijiste tomándome de los hombros
para levantarme del asiento y comenzar a llevarme—… Te debo lo de hoy
Hikaru-chan…—le dijiste y él gruñó molesto pero hizo una seña con la mano de
que todo estaba bien.
En ese
momento me llevaste caminando hacia la playa riéndote de mi torpeza, hasta que
mientras nos caíamos en un paso en falso, el sol empezaba a asomarse.
Te tomé
por la cintura al encontrarte debajo de mí. La valentía afloraba en mí gracias
a la bebida y yo… te besé. Cerraste tus ojos y correspondiste el gesto suavemente.
Ahí fue cuando me di cuenta de que indudablemente yo también te gustaba y por
eso te hacías el tonto. Sonreí dulce hasta que sentí algo que me sacaba de
encima de ti y me apuntaba con una navaja. Escuché un grito tuyo cuando esa
navaja rozó mi cara, haciendo que mi mejilla brotara una pequeña marca de
sangre. Gruñí un poco por el dolor.
— Él es
mío —dijo el castaño— ¿¡Me escuchas!? —gritó dirigiéndose a ti.
— ¡No
te le acerques! —grité en tu defensa, pero no me escuchó y acercó la navaja a
tu yugular.
—
¡Detente! —le dijiste con un hilo de voz— ¡Hikaru detente! —gritaste ahora
cuando él presionó el filo contra tu garganta.
Me tiré
sobre este y le quité la navaja de tu garganta, pero aún la navaja tomada por
la mano de éste acabó enterrada en su pecho. Haciéndolo caer sobre ti.
Horrorizado cerraste tus ojos gritando y yo volteé el cuerpo de este para
retirarte de allí y tomarte con mis manos para irnos de allí.
Ahora la playa huele a tiburones destrozados.
Ahora la playa me está trayendo sabor a muerte.
Ahora la playa se ha manchado de carne y rojo...
Tiempo
después estuviste en mi casa. No querías estar solo. Tenías pesadillas
constantes con aquello, e incluso enfermaste. Y siempre estuve allí contigo.
Las únicas veces que parecías ser el mismo de antes eran cuando salíamos a
bucear.
El mar a ti también te daba
calma. El mar también te acobijaba. Los peces aún te abrazaban. La diferencia
era que ahora tú, te dejabas proteger por ellos. Y yo… yo te abrazaba entre mis
brazos para ya no dejarte ir.
No quería que te hundieras para ya no regresar.
No quería dejarte en la profundidad de los
recuerdos.
Sin embargo un día simplemente, te dejé ir.
En aquel mar.
Que salado, se unió con mis lágrimas.