25 de diciembre de 2012

Christmas Eve [YabuTaro / Drabble]

: Navidad
: Murarisuto - KoyaShige
: En el comedor -3-




¡Feliz Navidad! Es pequeño pero es lo único que pude hacer D: Está feo, lo siento. Dedicado a Deni aunque se va a decepcionar. Mi cabeza ultimamente no se inspira en lo absoluto. Moriré.

Nombre: Christmas Eve
Autora: Uebo Hime :3
Pareja: YabuTaro
Formato: Drabble (1001 palabras)

CHRISTMAS EVE



Cuando estaba cerrando la reja del negocio vislumbró en la calle de enfrente a ese pequeño niño envuelto en sus brazos, con los ojos cerrados, mirando hacia el gran árbol que se encontraba en el medio de la avenida.
Ese pequeño se levantó con la poca fuerza que tenía ya que estaba enfermando y caminó hasta el pie de aquel árbol. Se inclinó en una reverencia ante aquel gigante y sonrió mirando las luces que lo alumbraban. Juntó sus manos en una plegaria y murmuró algunas palabras que desde enfrente no pudo comprender.
El pequeño luego, sacó un dulce de su bolsillo y lo comió con una sonrisa. Como si estar sólo y sin nada más que su propio calor no le importase. Simplemente agradeciendo la navidad por el nacimiento de aquel niño que no dudaba que le protegía a pesar de todo.
El mayor se mordió el labio viendo la escena y sin bajar la reja del todo aún entró al negocio. Se acercó y le susurró a su madre algo. Ella sonrió y asintió, preparando un plato más en la mesa.
Volvió a salir y corrió hasta detenerse enfrente del niño que aún saboreaba el pequeño dulce que tenía entre sus manos.
Le sonrió.

— Feliz Navidad —murmuró y se acercó a abrazar al pequeño desahuciado.
— Se ensuciará y huelo feo —le dijo advirtiéndole.
— No importa —sonrió separándose— Feliz Navidad —repitió.
— Feliz Navidad —respondió al fin sorprendido por la acción de aquel desconocido.
— ¿Quisieras aceptar un humilde regalo? —le preguntó el mayor con una sonrisa.
— No debería darme ningún regalo —sonrió suavemente contento con el simple hecho de aquel gesto que había tenido consigo.
— Yo creo que más bien si debería. No me gusta ser ajeno al sufrimiento y el dolor a mi alrededor. No quiero ser como el resto —eso lo hizo sonreír por lo cual con un asentimiento aceptó el regalo.

El mayor sonrió al ver que asentía y lo dirigió al negocio de ramen. Allí dentro habían 3 platos humeantes de delicioso ramen. Los 3 lo comieron entre sonrisas. Sin importar los problemas o el dolor, si se conocían o no.
El joven de 16 no dejaba de sonreír viendo en los labios del más pequeño aquella sonrisa que llegaba a iluminar el negocio con su luz.

Cuando terminaron del comer el menor se puso de pie y se inclinó agradeciendo.
— ¿Ha estado bueno? —le preguntó sonriendo hacia el menor.
— ¡Un! —asintió con un sonido gutural.
Lo dirigió a la puerta y el menor sin poder evitarlo lo abrazó.
— Muchas Gracias… em… —dijo sin saber su nombre, soltando una pequeña risa.
— Yabu, Yabu Kota —le dijo.
— Muchas Gracias —sonrió volviendo a inclinarse y luego se puso en puntas de pie besando su mejilla con suavidad.
— Feliz navidad
— Feliz Navidad Yabu Claus —sonrió de lado y se alejó caminando volviendo hacia aquella calle sucia pero con una sonrisa plasmada en su cara.
Había sido su primera navidad sintiendo el cariño y el calor de alguien.
 


3 de diciembre de 2012

A pirate treasure = Love [InooTaro/YabuTaro/ Oneshot]

: Tres meses poco inspiradores -3-
: Loveee me - Fujigaya Taisuke
: Con dolor de cuello como de costumbre D:






Dedicado para mi hermosa Deni ♥ Te amo y miles de perdones con haber tardado tantos meses en este fic que me pediste. La verdad que mi inspiración se sigue encontrado en inpass.
Se qué dije que estaría para navidad, pero te mentí AHAH. Cuando te despiertes estará aquí... Te amo te amo te amo te amo ♥ Sos muy especial para mí y espero que lo disfrutes aunque es bien caquita D:






A PIRATE TREASURE = LOVE





Deberíamos de reconocer primeramente las diferencias entre corsarios, bucaneros, filibusteros y piratas.

Los primeros, actuaban como piratas, pero a las órdenes de un reino y por eso mismo atacaban solamente a las banderas que se le indicaban. Los capitanes solían ser marinos de carrera, muchos de ellos de buenas familias, y su actividad estaba comandada por una autorización, la conocida como patente de corso. Eran algo así como empleados estatales que robaban, a comisión, para la corona que los contrataba y alzaban esa bandera.

Los bucaneros y los filibusteros eran piratas, pero de cabotaje. Su radio de acción se limitaba al Mar de las Antillas y recalaban preferentemente en la legendaria isla de Tortuga. Utilizaban barcos ligeros con amplia capacidad de maniobra.

Pero piratas, lo que se dice piratas, eran los que no tenían otra bandera que la propia y no respetaban a nadie. Perseguidos por todas las potencias, atacaban el comercio entre Europa y las colonias, o cualquier otra ruta del globo, cargaban esclavos para vender, secuestraban, saqueaban poblaciones costeras y vagaban con rumbo incierto en busca de presas suculentas, doblones de oro, joyas, ron y mujeres.

Diferente era para Yabu; quién comandaba el barco Naru 34 en esos momentos se encontraba en las aguas del Mediterráneo. Aquel pirata era muy diferente a otros. Si bien amaba el ron odiaba a las mujeres. Y nada amaba más que a ese niño.

Hacía unos años, cuando él tenía 18 años, en una isla lejana de la que ya no recuerda el nombre, se encontró con un pequeño de 13 años en medio de la isla: desolado, sin familia, envuelto en mantas.
Era tan bonito y tan delicado, que algo en él se sintió cálido. Allí lo tomó entre sus brazos y lo llevó al barco, donde sin poder contenerse lo hizo suyo… y luego de aquello prometió protegerlo.
Ese pequeño a sabiendas de que ese hombre lo había violado… se quedó con él. Sabía que a pesar de todo el mayor solo buscaba protegerlo.


4 años después el panorama no había cambiado demasiado...

— Ah…. señor mío —gimió en el oído de su amo el gran Yabu Kota, parte sumamente importante de aquel barco.
— Morimoto-kun…—jadeó penetrándolo sin piedad, sobre las sucias y arruinadas maderas de uno de los donde guardaban las provisiones

Esas maderas lo lastimaban con  cada embestida clavando en su pecho astillas sucias provenientes de las mismas.  Las embestidas se aceleraron y con aquellos movimientos un frasco de vidrio, que contenía sal, se cayó cerca de la cabeza del menor, clavándose dos pequeños vidrios en su frente al mismo tiempo en que ambos eyaculaban.

El grito del menor fue agudo más por el orgasmo que por el dolor en su cabeza. Su mirada se encontraba nublada y aún respiraba agitado.

— Morimoto-kun, estás sangrando —le dijo, ya que el menor a penas si se había dado cuenta.
— Ah~ —dijo una vez acabada la sensación post orgasmo, comenzando a sentir dolor— Duele —dijo haciendo una mueca de dolor.
— Te curaré —le dijo Yabu.
— De ninguna manera Yabu-sama. Lo haré yo mismo —contestó el menor negando con una mano.
— No, sin quejas. Déjame curarte pequeño —lo miró con una sonrisa. Morimoto sabía que Yabu era una buena persona. Aunque no le correspondía lo cuidaba. Correspondía que fuese al revés. Sin embargo… él… Yabu le quería.
— Gracias —dijo únicamente tapándose con una sábana sucia que cubría unas mercancías y el mayor poniéndose sus ropas salió por la puerta. Él se quedó allí, sabía que volvería. Y no se confundió, momentos después el mayor volvió con unas vendas y un líquido extraño para desinfectar.
— Bien, empecemos —cortó un pedazo de tela de su propia camisa y lo mojó con el desinfectante.
— ¡Yabu-sama su ropa! —exclamó.
— No es nada, quédate quieto —le pidió mientras sacaba primero los vidrios con la mano— Dolerá —en cuanto comenzó gemidos pequeños de dolor se escucharon, eran tan pequeños, casi como si no dolieran, pero sabía que si le dolían— Puedes gritar si lo necesitas —le sugirió.
— No, debo ser fuerte para poder cuidar a Yabu-sama —el mayor no pudo evitar soltar una risita.
— Preferiría que tu objetivo fuese superarme —le dice con una sonrisa.
— Nunca nadie superará a Yabu-sama —le dijo en respuesta con el mismo gesto a pesar del dolor. El mayor no contestó y simplemente terminó de sacar aquello y pasó el trapo rápidamente para desinfectar. Ardía, sin embargo solo una mueca había en los labios del pequeño aprendiz de pirata.
— ¿Arde? —preguntó el mayor preocupado.
— En lo absoluto —respondió con una media sonrisa.
— ¿Eres terco sabes? —le dice con una pequeña risa.
— No lo soy, ya cállese —le pidió haciéndolo reír nuevamente.
— De acuerdo —le dijo y siguió curándolo en silencio hasta que unos minutos después el menor habló.
— ¿Cuánto falta para que lleguemos a la isla deseada Yabu-sama? —le preguntó.
— Unas horas supongo —respondió dando por terminado su trabajo limpiando la herida.
— Oh… ¿me dejará bajar del barco esta vez? —indagó mientras se envolvía mejor en las mantas.
— Quizá —le contestó igual que siempre, y luego nunca bajaba del barco “por precaución”, el mayor alegaba que simplemente lo estaba cuidando.

 Sin poder evitarlo el menor hizo un puchero que inevitablemente el mayor besó suave y dulcemente.

— Lo siento Morimoto-kun pero sabes que lo hago para cuidarte —sonrió con un deje de ternura.
— Ya no tengo 13 años Yabu-sama —le dijo con la molestia impregnada en la voz.

Y así el menor se levantó quitándose la manta y mirándolo con un tristeza.

— ¡No soy adulto para poder bajar de un estúpido barco, para recoger el estúpido tesoro, junto con el resto de los estúpidos piratas, pero usted puede profanar mi cuerpo cuando quiera y como quiera desde que tengo 13 malditos años! —dijo con enojo y casi gritando— ¡Yabu-sama me ha recogido de esa isla sólo para calmar sus deseos sexuales, y aunque agradezco que sea amable si pretende que lo supere como usted ha dicho debería dejar que me volviese fuerte por mi mismo!

En ese mismo instante en que Yabu se acercaba para envolverlo entre sus brazos para que dejara de gritar el barco clavó el ancla en suelo. Había llegado a la isla y de un impulso, el menor corrió subiendo las escaleras y saltando desde el barco hasta tierra firme y comenzando a correr hasta perderse en la maleza de aquella gigante isla.

Yabu salió corriendo tras él pero en ese momento un barco enemigo arribó y la lucha estaba a punto de empezar: dos barcos piratas deberían disputarse el tesoro y quizás alguna otra cosa más.



Mientras tanto en medio de la isla escuchó unos pasos detrás de él, pero no se inmutó siguió bebiendo agua tranquilo, proveniente de un enorme y hermoso lago con una cascada. Se mojó la cara preparándose para lo peor, pero no tembló, esperó con calma. Eso le había enseñado Yabu-sama, no demostrar miedo, jamás se debe mostrarle el miedo al otro, ya que este será capaz de saber que eres vulnerable ante su ataque. Aunque no era como si quisiera acordarse de él en ese momento.

Lo tocaron por la espalda, suavemente. Se giró con un poco de miedo, sin embargo los movimientos de esa persona fueron tan sigilosos que a penas si se había dado cuenta de ese roce. Al girarse se encontró con unos ojos tan puros, tan calmos, que el miedo se esfumó de un momento a otro.
Ese chico lo miró con una sonrisa y como vio que estaba desnudo, le tendió su chaqueta desgastada.

Lo miró bien al momento de aceptarla. Parecía un pirata, sin embargo jamás lo había visto en su barco.
Debía ser un enemigo, sin embargo no acotó nada, preferiblemente ese amable pirata no debía de enterarse.

Estaba anocheciendo, el joven pirata que se había aparecido ante él lo tomó de la mano y lo llevó hacia dentro de una guarida. Lo tapo con unas mantas viejas y se recostó a su lado también para dormir. En medio de su sueño, Ryutaro se aferró a las ropas de aquel pirata, acostumbrado a dormir así con Yabu.

El otro simplemente sonrió con ternura y lo abrazó frotando sus brazos para darle calor.

En medio de la noche sintió frío a pesar de que unos brazos lo envolvían. Al principio pensó que sería Yabu que lo había encontrado pero luego sintiendo el aroma de esos brazos se dio cuenta que no eran los de su amo. Pero… ese olor… ya lo había sentido. Y era tan exquisito.

Se giró con suavidad para no molestar a esa persona que se encontraba abrazándolo y se enfrento cara a cara con aquel joven pirata que lo había encontrado minutos antes de caer la noche. Sus ojos estaban cerrados y respiraba con una tranquilidad tan hermosa que lo hizo sonreír. Miró sus pestañas, su nariz, y sus labios.

— Mmm… —murmuró suavemente cerrando los ojos cerca de su cara. Algo en aquel chico le llamaba la atención. No sabía si era su olor, o quizá aquellos labios o su calmada respiración, pero lo único que tenía en claro era que no era para nada parecido a Yabu-sama.

Al estar pegado a su pecho podía escuchar los latidos de su corazón. Apoyó su cabeza sobre su cuello, quedando su nariz sobre el cuello de aquel joven y sintiendo su aroma y volviendo a caer en los brazos de Morfeo.

Tuvo un sueño vago en que se veía a él siendo el líder de algún barco pirata, y teniendo a Yabu-sama de súbdito. Había sido un sueño bastante alentador ya que en la mañana se despertó con una sonrisa en los labios. Al abrir los ojos alguien lo estaba mirando: aquel joven pirata lo miraba fijamente con una sonrisa.

— ¿Quién eres? —le preguntó el pirata bien parecido.
— Morimoto, Morimoto Ryutaro —le dijo y se reverenció mientras se sentaba sobre las mantas.
El mayor negó.
— No me refiero a eso… —le sonrió— Eres  mi enemigo, ¿verdad? —sonrió de lado.

El menor se sonrojó sorpresivamente ya que no esperaba que el más grande se diese cuenta de aquel pequeño secreto. Sin embargo el mayor sólo sonreía.

Sin esperar, se acercó levantándolo de las mantas en modo princesa y caminó notando la cara de sorpresa del aprendiz de pirata, hasta llegar al lago.
Lo soltó haciéndolo caer en las aguas y luego se tiró él, tomando el cuello del menor entre sus manos.
Lo apretó con rudeza, lastimándolo, haciendo que su cara se volviese roja, sin embargo el menor ni se inmutó. Ni lloro, ni gritó, ni intentó defenderse, logrando que el joven pirata lo soltara volviendo a caer en el agua.

— Interesante… —exclamó.
El menor colocó las manos en su cuello sobándoselo, preguntándose al mismo tiempo por qué el mayor no había acabado con él.
— Pareces un aprendiz, pero de todas formas tienes valor pequeño… —le dijo con una sonrisa, se acercó a mirarlo de frente— ¿por qué estás aquí?... ¿porque no tienes tus ropas de combatiente del mar?
— Porque he huido… —dijo con total sinceridad— No me interesa estar en un barco en el cual no notan que tengo ganas de luchar y sólo de servir a los más grandes… ¡Ya no soy un niño! —lo dijo enfadado, recordando las palabras que le había dicho a su amo el día anterior.

El joven bien parecido soltó una carcajada y mantuvo la sonrisa pero esta vez una más dulce.

— ¿Tienes ganas de aprender? —se acercó colocándose a su lado y quitando la chaqueta de sus hombros, la única prenda que llegaba a cubrir al menos una parte de su pecho y espalda. El menor asintió levemente mirando al joven pirata frente a él— Bien, Inoo Kei te enseñará… —lo tomó de la cadera y acercándolo sólo besó su frente casi paternalmente.

El menor sonrió. Le estaba gustando lo que estaba sucediendo. Sólo esperaba que a Yabu-sama no se le ocurriese arruinar su momento de aprender.

— ¿Y qué me enseñará primero? —jadeó las palabras mientras lo abrazaba por el cuello y le besaba el mentón a su nuevo amo, a su nuevo profesor.
Yo quiero que te toques para mi... quiero tocarme y acabar en ti —le susurró al oído.
— Oh… al parecer los amos tienen fetiches con los jóvenes aprendices  —dejó escapar una risita que hizo a Inoo sonreír.
— ¿Entonces no debo enseñarte aquello? Interesante, a ver cuánto sabes… —en ese momento el menor le besó el cuello, dejando mordiscos en el mismo, marcando su cuello con pasión. Tanto que hizo jadear al mayor. La verdad era que con Yabu era bastante sumiso pero… su nuevo amo le generaba un sentimiento extraño— Espera pequeño… —lo separó un poco y lo hundió en el agua junto con él, besándolo bajo la misma que estaba a la temperatura ideal como para acompañar el calor que sus cuerpos tendrían al hacer el acto. Salieron a la superficie buscando aire y el más chico sonrió dulce porque aquello le había resultado en cierto punto tierno— Vayamos despacio… qué quiera que me seduzcas no significa que quiera un maniático. Me doy cuenta de solo mirarte de que tu esencia no es esa, y no quiero cambiarte, ¿de acuerdo? —eso hizo al menor sonreír. Seguramente aunque a Yabu le gustaba como él era, no habría dicho lo mismo ante su arrebato. Comenzaba a pensar que Inoo era perfecto para enamorarse.

En ese momento Ryutaro recordó las palabras antes dichas y se distanció saliendo del agua y subiéndose a una roca gigante al lado del lago, comenzó a tocarse, a jadear soltando con la voz ronca y aguda— Inoo-sama… —gimió luego comenzando a liberar pre semen.
Aquél jadeo lo hizo acercar y comenzar a meter la mano en su pantalón desgastado tocándose un poco. El agua cálida hacía que el calor corporal se le hiciese más intenso… El menor lo miraba fijo. 

El mayor retiró sus pantalones dejándolos en la orilla sin dejar de tocarse y se dirigió hacia el menor que ya gritaba de placer, quitándole la mano de su entrepierna y colocándose de rodillas, de aquella forma en que su trasero se apoye en su mismo cuerpo, entre las piernas del menor.

En aquel momento lo acercó a su cintura tomándolo por las piernas y lo elevó para que se sentase sobre sus muslos y quedara elevado en aquella parte de su cuerpo. Así entraría más profundo y podría disfrutarlo más comenzó a penetrarlo despacio aunque en aquella posición se le hacía complicado creía que era la más adecuada así el menor lo disfrutaría intensamente.

El menor continuó tocando su miembro aun cuando el mayor le había retirado la mano de allí, se sentía tan bien. Mucho mejor que las veces en que había estado con su anterior amo.
Yabu ya era el pasado, la partícula “–sama” había abandonado su nombre en la vida de Ryutaro.

Y así llegó el mediodía en medio de gemidos, culminando junto con el fuerte sol de las 12 iluminando sus cuerpos calientes.




Yabu buscaba desesperado por la isla a su súbdito. Pero por más que buscara no lograba hallarlo. La isla era tan grande y se le dificultaba porque cada dos pasos alguien intentaba atraparlo. Había olvidado por completo el hecho de que debía buscar un tesoro. El capitán tenía todas las fichas puestas en él, sin embargo él tenía otras cosas en las que pensar.

¡Había sido un estúpido! Ignorar los sentimientos del menor de esa forma. Era claro que en lugar de protegerlo solo lo había estado ignorando.

A lo lejos observó un lago. ¡Genial! Estaba sediento… Pero una voz familiar se escuchaba a lo lejos… gimiendo. Ryutaro, su Ryutaro estaba gimiendo el nombre de alguien más. Y peor aún le decía “-sama”. Molesto se acercó, observó hasta que no aguantó más y lo quitó a aquel pirata de encima de su Ryutaro.

— ¿Qué mierda haces con mi súbdito? —le pregunta.
— ¿Súbdito?  ¿Es más que eso sabes? Es alguien que quiere llegar a ser alguien… al parecer llamándolo súbdito no se lo permites. No eres dueño de nadie. ¿O acaso lo tienes de esclavo? —se levantó de donde lo había alejado y lo enfrentó. El mayor alzó su arma pero el menor se interpuso entre ambos.
— Ya no te pertenezco —le dijo mirándolo con mucho enojo y le quitó el arma de un solo movimiento— Aléjate Yabu…—le dijo sin ninguna partícula, seco, con poco respeto— Déjame vivir…

El mayor imposibilitado de competir contra el arma que le había quitado el menor se retiró habiendo sido derrotado por quien había estado protegiendo en vano. Aunque había sido su propio error, se preguntaba por qué no lo había protegido de otra forma, sin obligarlo a perder su oportunidad de crecer dentro del barco del que eran parte.


El menor se puso a llorar sin poder evitarlo. Había estado muchos años con Yabu, tanto que sentía un vacío. Inoo lo abrazó por la espalda y no pudo evitar pegar su espalda al pecho del mayor, sintiendo el calor de aquella camisa desgastada contra su cuerpo que se había vuelto frío.
Se separó, se quitó la camisa y se la colocó con dulzura, sentía como el menor temblaba entre lágrimas.

— ¿Duele? —colocó una mano en la zona de su pecho donde estaría el corazón. El menor asintió apretando los ojos a lo que el mayor se acercó y le besó los labios suavemente, en un pequeño roce— Ya no dolerá —murmuró contra ellos y se separó sonriéndole. El menor simplemente sonrió en una mueca sincera.


El día de escapar de la isla había llegado. Inoo había encontrado junto con Morimoto el tesoro, se encontraba entre medio de aquella roca sobre la cual habían concebido el acto.

En ese momento ambos sonrieron. Su primera misión como pirata había sido conseguida. Había logrado ser un pirata al fin.
Llevaron el tesoro ante el capitán del barco “Taiyou no fune”. Este los felicitó.  Zarparon hacia la ruta por la que debían continuar  y celebraron emborrachándose. Era claro que al ser piratas y debido a la fría noche que se estaba presentado debían calentar sus cuerpos con mucho ron en sus estómagos.




Bombas caían, matando a muchos de los tripulantes. Los gritos y el miedo no se hicieron esperar. Se había sembrado el pánico. A pesar de que muchos sabían que eran cosas que en su mundo de piratas sucedía a menudo, en el momento en que pasa no se puede pensar con claridad, sólo se  busca un lugar donde sobrevivir. Inoo metió a Ryutaro en la despensa y se fue con él. Abrazándolo con fuerza al sentir al menor temblar.
En ese momento pero del otro lado del mar. Los que bombardeaban estaban siendo escoltados por Yabu. En cierta forma el mayor de los 3 protagonistas quería venganza. Más al recordar que su pequeño Ryutaro estaba allí, les pidió a sus compañeros piratas que detuvieran el bombardeo.
Le planteó al capitán la idea de seguir el barco enemigo hasta las nuevas tierras para robarles los tesoros que hubiesen conseguido, y este maravillado con la idea dirigió el barco en dirección a la misma isla que sus enemigos con el odio marcado en sus ojos.



El bombardeo se había detenido. Inoo y Morimoto subieron de la despensa y encontraron un escenario desolador. Sólo estaban unos pocos vivos, y el resto de los cuerpos se encontraban muertos en el piso del barco. Corrieron a ayudar a los que estaban heridos pero vivos. Se sentía en parte responsable del ataque. Ryutaro sabía perfectamente que Yabu había hecho aquello. Sabía que era muy vengativo y en ciertas ocasiones no pensaba mucho en las consecuencias. Aunque siendo un pirata líder, o casi,  no se preocupara por esas cosas. Además, ahora él era enemigo… le costara o no aceptarlo.

Suspiró mientras curaba una herida del capitán. Este le sonrió agradecido.

La mañana sería larga. Los cuerpos quedarían amontonados en distintas partes del barco. Había sido pesado apilarlos para tener libertad para caminar en ese pequeño barco que los llevaba al próximo destino en donde, seguramente, deberían luchar de nuevo con el vengativo nuevo enemigo.


Días después, cinco para ser exactos, llegaron a destino.

La isla “Mystiriódis” estaba frente a sus ojos. Estaba tan calma que casi no se podía ver en ella el desastre que se estaba acercando. Seguramente toda esa maleza sería destruida por la maldad y la sed de venganza. Ryutaro a veces se preguntaba como había alguien como Inoo dentro de ese barco, se preguntaba también como alguien como él mismo había terminando siendo parte de esta comunidad bélica. Clavaron el ancla y comenzaron a bajar: otra búsqueda debía comenzar.
En el momento en que bajaron otro barco se detuvo al lado de Taiyou no fune. Ryutaro lo reconoció de inmediato: “Nippon Maru” había llegado e iba a destrozarlos. Tenían poca tripulación como para defenderse.

El joven apuesto pirata tomo al menor de la mano y comenzó a correr. El menor le había despertado tal sentimiento dentro de su corazón que quería protegerlo. Corrió y corrió pero no notó que detrás suyo alguien corría a la par de ellos comenzando a tirar balazos al aire e intentando detenerlo, intentando quitarle aquello que tanto quería proteger.

El aire les faltaba pero seguían avanzando en medio de la maleza que se hacía cada vez más espesa. Sin embargo esto no les impidió escapar, cosa que Yabu estaba detestando: quería recuperar al menor como fuese así tuviese que matar al pirata que se lo había arrebatado.

Colocó más balas en su pistola y continuó tirando, no pudiendo darle al mayor, y terminando por lastimar al pequeño que quería recuperar. Al ver al menor caer en el piso se detuvo y sin saber que hacer salió corriendo lejos. Se decepcionaba de si mismo. Corrió no quería presenciar la muerte de que quien había querido proteger y sólo había logrado lastimar.
En cambio Inoo no soltó al pequeño. Aun cuando este cayó lo sostuvo entre sus brazos, acunándolo con suavidad. Le besó la frente con dulzura notando la sangre brotar de su muslo con rapidez. Quiso detener el sangrado, pero bien sabía que en aquel lugar era poco probable que pudiese conseguir salvarlo sin las herramientas necesarias para curarle. Dejó escapar unas lágrimas que cayeron sobre las mejillas del menor que solo tenía presionados sus ojos debido al dolor que estaba sintiendo.

Era el final y a penas si había conseguido un logro: Enamorarse.
 

16 de octubre de 2012

FIC CHALLENGE

: Me duele la espalda ._.
: Romeo + Juliette - SHINee
: En el comedor con MUCHO calor...



Hola, no... esto no es un fic... mucho menos una ataque de inspiración, ni una pedida de disculpas para todos por no poder escribir D: Simplemente es una invitación a que participen en el concurso de mi novia cibernética Photobucket


(click en la imagen para ir a las bases y condiciones)


Espero que se animen a participar, será un honor para mí leerlas :3
Saludos y espero volver pronto con un fic uwu


26 de septiembre de 2012

The Ghost of You [InooDai / Drabble]

:  Dos meses... dos uwu
:Nada..
: Fríooooo




Nombre: The ghost of you
Autora: Uebo Hime
Pareja: InooDai
Formato: Drabble (488 palabras)
 
Dos meses sin publicar nada y me siento tan devastada por eso... Pero bueno, intentaré que no pase tanto para la próxima vez. Algunos ya saben que esto pero por fin lo he pasado a palabras. 
Gracias por leerme :D




THE GHOST OF YOU


Entró a un bar, pidió dos cafés y se sentó. Tenía muchas cosas que decirle y quizá... quizá era momento.
El camarero llevó los dos cafés, mirándolo extraño y colocó una taza frente a de la otra. Daiki le agradeció.
Tomó aire. Respiró, tenía muchas palabras para decir.
Bebió un sorbo de café y carraspeó unos segundos comenzando a hablar.

— Tenemos que hablar —susurró. No estaba seguro si era lo correcto, pero debía dejar salir todo lo que sentía en ese mismo momento o iba a explotar. Comenzó a hablar de nuevo mientras un sorbo de café pasaba por su garganta— ¿Sabes? He estado pensando y creo que llegó el momento de dejarte ir. Eres un gran pilar en mi vida pero siento que ya es tiempo de alejarme... Por momentos, siento que quiero distanciarme, dejar atrás todo lo que pasó. Dejar atrás tu sonrisa, tus lágrimas, tu dolor, tu felicidad... Dejar atrás todo eso que me hizo daño, todo eso que me hizo feliz. Todo eso que sentí junto a ti. Eso que aún el día de hoy me hace feliz, pero así y todo también me hace triste. Esta tristeza ya no puede cambiar... esa felicidad ya no puede hacerme feliz. Ahora siento que es momento... y espera... no me detengas, déjame terminar —suspiró, tomó aire y continuó— Ahora yo creo que es momento de dejarte ir. De dejar que abras tus alas y vueles a quién sabe dónde. Que disfrutes de ese lugar al que ahora perteneces. Que disfrutes de la gente que allí te rodea, y aunque no sean yo, sepan comprender cómo te sientes. No quiero olvidarme de ti. No quiero que te olvides de mí. Pero hay algo de lo que estoy más que seguro... es que necesito distanciarme. Y tú, necesitas estar en el lugar en el que estás ahora, sin mí. Sin que yo te tenga aferrado, sin que yo no te deje ir. Sin que yo no te permita disfrutar de tu hoy... de no mantenerte aferrado al pasado, ni yo aferrarme al mío. Te amo Inoo...

En el final de la conversación, nadie más había dicho nada. El café del acompañante se encontraba lleno, ni una gota había sido bebida. El mesero lo miraba cercano, y hacía muecas sin comprender. Daiki lo miró extraño y éste sólo se fue hacia la barra sin decir nada.
Suspiró.

— No entiendo, todos me miran raro amor... —se detuvo— Lo siento, ya no eres mi amor, ya no somos nada. Ya te he dejado ir, ya no te pertenezco —miró hacia el frente y luego de haber dicho aquellas palabras, esas cosas que lo mataban dentro y que tanto debía dejar ir, pudo ver claramente la realidad. Frente suyo no estaba ese hombre que había amado, ese hombre del que estaba enamorado... sólo pudo ver una caja pequeña. Una caja que contenía las cenizas de Inoo Kei.
 

 
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