

: Tres meses poco inspiradores -3-

: Loveee me - Fujigaya Taisuke

: Con dolor de cuello como de costumbre D:
Dedicado para mi hermosa Deni ♥ Te amo y miles de perdones con haber tardado tantos meses en este fic que me pediste. La verdad que mi inspiración se sigue encontrado en inpass.
Se qué dije que estaría para navidad, pero te mentí AHAH. Cuando te despiertes estará aquí... Te amo te amo te amo te amo ♥ Sos muy especial para mí y espero que lo disfrutes aunque es bien caquita D:
A PIRATE TREASURE = LOVE
Deberíamos de reconocer primeramente las diferencias
entre corsarios, bucaneros, filibusteros
y piratas.
Los primeros, actuaban como piratas, pero a
las órdenes de un reino y por eso mismo atacaban solamente a las banderas que
se le indicaban. Los capitanes solían ser marinos de carrera, muchos de ellos
de buenas familias, y su actividad estaba comandada por una autorización, la
conocida como patente de corso. Eran algo así como empleados estatales que
robaban, a comisión, para la corona que los contrataba y alzaban esa bandera.
Los bucaneros y los filibusteros eran
piratas, pero de cabotaje. Su radio de acción se limitaba al Mar de las
Antillas y recalaban preferentemente en la legendaria isla de Tortuga.
Utilizaban barcos ligeros con amplia capacidad de maniobra.
Pero
piratas, lo que se dice piratas, eran los que no tenían otra bandera que la
propia y no respetaban a nadie.
Perseguidos por todas las potencias, atacaban el comercio entre Europa y las
colonias, o cualquier otra ruta del globo, cargaban esclavos para vender,
secuestraban, saqueaban poblaciones costeras y vagaban con rumbo incierto en
busca de presas suculentas, doblones de oro, joyas, ron y mujeres.
Diferente
era para Yabu; quién comandaba el barco Naru 34 en esos momentos se encontraba
en las aguas del Mediterráneo. Aquel pirata era muy diferente a otros. Si bien
amaba el ron odiaba a las mujeres. Y nada amaba más que a ese niño.
Hacía unos
años, cuando él tenía 18 años, en una isla lejana de la que ya no recuerda el
nombre, se encontró con un pequeño de 13 años en medio de la isla: desolado,
sin familia, envuelto en mantas.
Era tan
bonito y tan delicado, que algo en él se sintió cálido. Allí lo tomó entre sus
brazos y lo llevó al barco, donde sin poder contenerse lo hizo suyo… y luego de
aquello prometió protegerlo.
Ese pequeño
a sabiendas de que ese hombre lo había violado… se quedó con él. Sabía que a
pesar de todo el mayor solo buscaba protegerlo.
4 años
después el panorama no había cambiado demasiado...
— Ah…. señor mío —gimió
en el oído de su amo el gran Yabu Kota, parte sumamente importante de aquel
barco.
— Morimoto-kun…—jadeó
penetrándolo sin piedad, sobre las sucias y arruinadas maderas de uno de los
donde guardaban las provisiones
Esas maderas
lo lastimaban con cada embestida
clavando en su pecho astillas sucias provenientes de las mismas. Las embestidas se aceleraron y con aquellos
movimientos un frasco de vidrio, que contenía sal, se cayó cerca de la cabeza
del menor, clavándose dos pequeños vidrios en su frente al mismo tiempo en que
ambos eyaculaban.
El grito del
menor fue agudo más por el orgasmo que por el dolor en su cabeza. Su mirada se
encontraba nublada y aún respiraba agitado.
— Morimoto-kun, estás sangrando —le
dijo, ya que el menor a penas si se había dado cuenta.
— Ah~ —dijo una vez acabada la
sensación post orgasmo, comenzando a sentir dolor— Duele —dijo haciendo una
mueca de dolor.
— Te curaré —le dijo Yabu.
— De ninguna manera Yabu-sama.
Lo haré yo mismo —contestó el menor negando con una mano.
— No, sin quejas. Déjame curarte
pequeño —lo miró con una sonrisa. Morimoto sabía que Yabu era una buena
persona. Aunque no le correspondía lo cuidaba. Correspondía que fuese al revés.
Sin embargo… él… Yabu le quería.
— Gracias —dijo únicamente
tapándose con una sábana sucia que cubría unas mercancías y el mayor poniéndose
sus ropas salió por la puerta. Él se quedó allí, sabía que volvería. Y no se
confundió, momentos después el mayor volvió con unas vendas y un líquido
extraño para desinfectar.
— Bien, empecemos —cortó un
pedazo de tela de su propia camisa y lo mojó con el desinfectante.
— ¡Yabu-sama su ropa! —exclamó.
— No es nada, quédate quieto —le
pidió mientras sacaba primero los vidrios con la mano— Dolerá —en cuanto
comenzó gemidos pequeños de dolor se escucharon, eran tan pequeños, casi como
si no dolieran, pero sabía que si le dolían— Puedes gritar si lo necesitas —le
sugirió.
— No, debo ser fuerte para poder
cuidar a Yabu-sama —el mayor no pudo evitar soltar una risita.
— Preferiría que
tu objetivo fuese superarme —le dice con una sonrisa.
— Nunca nadie
superará a Yabu-sama —le dijo en respuesta con el mismo gesto a pesar del
dolor. El mayor no contestó y simplemente terminó de sacar aquello y pasó el
trapo rápidamente para desinfectar. Ardía, sin embargo solo una mueca había en
los labios del pequeño aprendiz de pirata.
— ¿Arde? —preguntó
el mayor preocupado.
— En lo absoluto
—respondió con una media sonrisa.
— ¿Eres terco
sabes? —le dice con una pequeña risa.
— No lo soy, ya cállese —le
pidió haciéndolo reír nuevamente.
— De acuerdo —le dijo y siguió
curándolo en silencio hasta que unos minutos después el menor habló.
— ¿Cuánto falta para que
lleguemos a la isla deseada Yabu-sama? —le preguntó.
— Unas horas supongo —respondió
dando por terminado su trabajo limpiando la herida.
— Oh… ¿me dejará bajar del barco
esta vez? —indagó mientras se envolvía mejor en las mantas.
— Quizá —le contestó igual que
siempre, y luego nunca bajaba del barco “por precaución”, el mayor alegaba que
simplemente lo estaba cuidando.
Sin poder evitarlo el menor hizo
un puchero que inevitablemente el mayor besó suave y dulcemente.
— Lo siento Morimoto-kun pero
sabes que lo hago para cuidarte —sonrió con un deje de ternura.
— Ya no tengo 13 años Yabu-sama —le
dijo con la molestia impregnada en la voz.
Y así el menor se levantó
quitándose la manta y mirándolo con un tristeza.
— ¡No soy adulto para poder
bajar de un estúpido barco, para recoger el estúpido tesoro, junto con el resto
de los estúpidos piratas, pero usted puede profanar mi cuerpo cuando quiera y
como quiera desde que tengo 13 malditos años! —dijo con enojo y casi gritando— ¡Yabu-sama me ha recogido
de esa isla sólo para calmar sus deseos sexuales, y aunque agradezco que sea
amable si pretende que lo supere como usted ha dicho debería dejar que me
volviese fuerte por mi mismo!
En ese mismo
instante en que Yabu se acercaba para envolverlo entre sus brazos para que
dejara de gritar el barco clavó el ancla en suelo. Había llegado a la isla y de
un impulso, el menor corrió subiendo las escaleras y saltando desde el barco
hasta tierra firme y comenzando a correr hasta perderse en la maleza de aquella
gigante isla.
Yabu salió
corriendo tras él pero en ese momento un barco enemigo arribó y la lucha estaba
a punto de empezar: dos barcos piratas deberían disputarse el tesoro y quizás
alguna otra cosa más.
Mientras tanto en medio de la isla escuchó unos pasos detrás
de él, pero no se inmutó siguió bebiendo agua tranquilo, proveniente de un
enorme y hermoso lago con una cascada. Se mojó la cara preparándose para lo
peor, pero no tembló, esperó con calma. Eso le había enseñado Yabu-sama, no
demostrar miedo, jamás se debe mostrarle el miedo al otro, ya que este será
capaz de saber que eres vulnerable ante su ataque. Aunque no era como si
quisiera acordarse de él en ese momento.
Lo tocaron por la espalda, suavemente. Se giró con un poco
de miedo, sin embargo los movimientos de esa persona fueron tan sigilosos que a
penas si se había dado cuenta de ese roce. Al girarse se encontró con unos ojos
tan puros, tan calmos, que el miedo se esfumó de un momento a otro.
Ese chico lo miró con una sonrisa y como vio que estaba
desnudo, le tendió su chaqueta desgastada.
Lo miró bien al momento de
aceptarla. Parecía un pirata, sin embargo jamás lo había visto en su barco.
Debía ser un enemigo, sin embargo no acotó nada,
preferiblemente ese amable pirata no debía de enterarse.
Estaba anocheciendo, el joven pirata que se había aparecido
ante él lo tomó de la mano y lo llevó hacia dentro de una guarida. Lo tapo con unas
mantas viejas y se recostó a su lado también para dormir. En medio de su sueño,
Ryutaro se aferró a las ropas de aquel pirata, acostumbrado a dormir así con
Yabu.
El otro simplemente sonrió con ternura y lo abrazó frotando
sus brazos para darle calor.
En medio de la noche sintió frío a pesar de que unos brazos
lo envolvían. Al principio pensó que sería Yabu que lo había encontrado pero
luego sintiendo el aroma de esos brazos se dio cuenta que no eran los de su
amo. Pero… ese olor… ya lo había sentido. Y era tan exquisito.
Se giró con suavidad para no molestar a esa persona que se
encontraba abrazándolo y se enfrento cara a cara con aquel joven pirata que lo
había encontrado minutos antes de caer la noche. Sus ojos estaban cerrados y
respiraba con una tranquilidad tan hermosa que lo hizo sonreír. Miró sus
pestañas, su nariz, y sus labios.
— Mmm… —murmuró
suavemente cerrando los ojos cerca de su cara. Algo en aquel chico le llamaba
la atención. No sabía si era su olor, o quizá aquellos labios o su calmada
respiración, pero lo único que tenía en claro era que no era para nada parecido
a Yabu-sama.
Al
estar pegado a su pecho podía escuchar los latidos de su corazón. Apoyó su
cabeza sobre su cuello, quedando su nariz sobre el cuello de aquel joven y
sintiendo su aroma y volviendo a caer en los brazos de Morfeo.
Tuvo un
sueño vago en que se veía a él siendo el líder de algún barco pirata, y
teniendo a Yabu-sama de súbdito. Había sido un sueño bastante alentador ya que
en la mañana se despertó con una sonrisa en los labios. Al abrir los ojos
alguien lo estaba mirando: aquel joven pirata lo miraba fijamente con una
sonrisa.
—
¿Quién eres? —le preguntó el pirata bien parecido.
—
Morimoto, Morimoto Ryutaro —le dijo y se reverenció mientras se sentaba sobre
las mantas.
El
mayor negó.
— No me
refiero a eso… —le sonrió— Eres mi
enemigo, ¿verdad? —sonrió de lado.
El
menor se sonrojó sorpresivamente ya que no esperaba que el más grande se diese
cuenta de aquel pequeño secreto. Sin embargo el mayor sólo sonreía.
Sin
esperar, se acercó levantándolo de las mantas en modo princesa y caminó notando
la cara de sorpresa del aprendiz de pirata, hasta llegar al lago.
Lo
soltó haciéndolo caer en las aguas y luego se tiró él, tomando el cuello del
menor entre sus manos.
Lo
apretó con rudeza, lastimándolo, haciendo que su cara se volviese roja, sin
embargo el menor ni se inmutó. Ni lloro, ni gritó, ni intentó defenderse,
logrando que el joven pirata lo soltara volviendo a caer en el agua.
—
Interesante… —exclamó.
El
menor colocó las manos en su cuello sobándoselo, preguntándose al mismo tiempo
por qué el mayor no había acabado con él.
— Pareces
un aprendiz, pero de todas formas tienes valor pequeño… —le dijo con una
sonrisa, se acercó a mirarlo de frente— ¿por qué estás aquí?... ¿porque no
tienes tus ropas de combatiente del mar?
—
Porque he huido… —dijo con total sinceridad— No me interesa estar en un barco
en el cual no notan que tengo ganas de luchar y sólo de servir a los más
grandes… ¡Ya no soy un niño! —lo dijo enfadado, recordando las palabras que le había
dicho a su amo el día anterior.
El
joven bien parecido soltó una carcajada y mantuvo la sonrisa pero esta vez una
más dulce.
—
¿Tienes ganas de aprender? —se acercó colocándose a su lado y quitando la
chaqueta de sus hombros, la única prenda que llegaba a cubrir al menos una
parte de su pecho y espalda. El menor asintió levemente mirando al joven pirata
frente a él— Bien, Inoo Kei te enseñará… —lo tomó de la cadera y acercándolo
sólo besó su frente casi paternalmente.
El
menor sonrió. Le estaba gustando lo que estaba sucediendo. Sólo esperaba que a
Yabu-sama no se le ocurriese arruinar su momento de aprender.
— ¿Y
qué me enseñará primero? —jadeó las palabras mientras lo abrazaba por el cuello
y le besaba el mentón a su nuevo amo, a su nuevo profesor.
— Yo
quiero que te toques para mi... quiero tocarme y acabar en ti —le susurró al oído.
— Oh…
al parecer los amos tienen fetiches con los jóvenes aprendices —dejó escapar una risita que hizo a Inoo
sonreír.
— ¿Entonces
no debo enseñarte aquello? Interesante, a ver cuánto sabes… —en ese momento el
menor le besó el cuello, dejando mordiscos en el mismo, marcando su cuello con
pasión. Tanto que hizo jadear al mayor. La verdad era que con Yabu era bastante
sumiso pero… su nuevo amo le generaba un sentimiento extraño— Espera pequeño… —lo
separó un poco y lo hundió en el agua junto con él, besándolo bajo la misma que
estaba a la temperatura ideal como para acompañar el calor que sus cuerpos
tendrían al hacer el acto. Salieron a la superficie buscando aire y el más
chico sonrió dulce porque aquello le había resultado en cierto punto tierno—
Vayamos despacio… qué quiera que me seduzcas no significa que quiera un maniático.
Me doy cuenta de solo mirarte de que tu esencia no es esa, y no quiero
cambiarte, ¿de acuerdo? —eso hizo al menor sonreír. Seguramente aunque a Yabu
le gustaba como él era, no habría dicho lo mismo ante su arrebato. Comenzaba a
pensar que Inoo era perfecto para enamorarse.
En ese
momento Ryutaro recordó las palabras antes dichas y se distanció saliendo del
agua y subiéndose a una roca gigante al lado del lago, comenzó a tocarse, a
jadear soltando con la voz ronca y aguda— Inoo-sama… —gimió luego comenzando a
liberar pre semen.
Aquél
jadeo lo hizo acercar y comenzar a meter la mano en su pantalón desgastado tocándose
un poco. El agua cálida hacía que el calor corporal se le hiciese más intenso…
El menor lo miraba fijo.
El mayor retiró sus pantalones dejándolos en la orilla
sin dejar de tocarse y se dirigió hacia el menor que ya gritaba de placer,
quitándole la mano de su entrepierna y colocándose de rodillas, de aquella
forma en que su trasero se apoye en su mismo cuerpo, entre las piernas del
menor.
En
aquel momento lo acercó a su cintura tomándolo por las piernas y lo elevó para
que se sentase sobre sus muslos y quedara elevado en aquella parte de su
cuerpo. Así entraría más profundo y podría disfrutarlo más comenzó a penetrarlo
despacio aunque en aquella posición se le hacía complicado creía que era la más
adecuada así el menor lo disfrutaría intensamente.
El
menor continuó tocando su miembro aun cuando el mayor le había retirado la mano
de allí, se sentía tan bien. Mucho mejor que las veces en que había estado con
su anterior amo.
Yabu ya
era el pasado, la partícula “–sama” había abandonado su nombre en la vida de
Ryutaro.
Y así
llegó el mediodía en medio de gemidos, culminando junto con el fuerte sol de
las 12 iluminando sus cuerpos calientes.
Yabu
buscaba desesperado por la isla a su súbdito. Pero por más que buscara no
lograba hallarlo. La isla era tan grande y se le dificultaba porque cada dos
pasos alguien intentaba atraparlo. Había olvidado por completo el hecho de que
debía buscar un tesoro. El capitán tenía todas las fichas puestas en él, sin
embargo él tenía otras cosas en las que pensar.
¡Había
sido un estúpido! Ignorar los sentimientos del menor de esa forma. Era claro
que en lugar de protegerlo solo lo había estado ignorando.
A lo
lejos observó un lago. ¡Genial! Estaba sediento… Pero una voz familiar se escuchaba
a lo lejos… gimiendo. Ryutaro, su Ryutaro estaba gimiendo el nombre de alguien
más. Y peor aún le decía “-sama”. Molesto se acercó, observó hasta que no aguantó
más y lo quitó a aquel pirata de encima de su Ryutaro.
— ¿Qué
mierda haces con mi súbdito? —le pregunta.
— ¿Súbdito?
¿Es más que eso sabes? Es alguien que
quiere llegar a ser alguien… al parecer llamándolo súbdito no se lo permites.
No eres dueño de nadie. ¿O acaso lo tienes de esclavo? —se levantó de donde lo
había alejado y lo enfrentó. El mayor alzó su arma pero el menor se interpuso
entre ambos.
— Ya no
te pertenezco —le dijo mirándolo con mucho enojo y le quitó el arma de un solo movimiento—
Aléjate Yabu…—le dijo sin ninguna partícula, seco, con poco respeto— Déjame
vivir…
El
mayor imposibilitado de competir contra el arma que le había quitado el menor
se retiró habiendo sido derrotado por quien había estado protegiendo en vano.
Aunque había sido su propio error, se preguntaba por qué no lo había protegido
de otra forma, sin obligarlo a perder su oportunidad de crecer dentro del barco
del que eran parte.
El
menor se puso a llorar sin poder evitarlo. Había estado muchos años con Yabu,
tanto que sentía un vacío. Inoo lo abrazó por la espalda y no pudo evitar pegar
su espalda al pecho del mayor, sintiendo el calor de aquella camisa desgastada
contra su cuerpo que se había vuelto frío.
Se
separó, se quitó la camisa y se la colocó con dulzura, sentía como el menor
temblaba entre lágrimas.
—
¿Duele? —colocó una mano en la zona de su pecho donde estaría el corazón. El
menor asintió apretando los ojos a lo que el mayor se acercó y le besó los
labios suavemente, en un pequeño roce— Ya no dolerá —murmuró contra ellos y se
separó sonriéndole. El menor simplemente sonrió en una mueca sincera.
El día
de escapar de la isla había llegado. Inoo había encontrado junto con Morimoto
el tesoro, se encontraba entre medio de aquella roca sobre la cual habían
concebido el acto.
En ese
momento ambos sonrieron. Su primera misión como pirata había sido conseguida.
Había logrado ser un pirata al fin.
Llevaron
el tesoro ante el capitán del barco “Taiyou no fune”. Este los felicitó.
Zarparon hacia la ruta por la que debían
continuar y celebraron emborrachándose.
Era claro que al ser piratas y debido a la fría noche que se estaba presentado
debían calentar sus cuerpos con mucho ron en sus estómagos.
Bombas caían, matando a muchos de los tripulantes. Los
gritos y el miedo no se hicieron esperar. Se había sembrado el pánico. A pesar
de que muchos sabían que eran cosas que en su mundo de piratas sucedía a menudo,
en el momento en que pasa no se puede pensar con claridad, sólo se busca un lugar donde sobrevivir. Inoo metió a
Ryutaro en la despensa y se fue con él. Abrazándolo con fuerza al sentir al
menor temblar.
En ese momento pero del otro lado del mar. Los que
bombardeaban estaban siendo escoltados por Yabu. En cierta forma el mayor de
los 3 protagonistas quería venganza. Más al recordar que su pequeño Ryutaro
estaba allí, les pidió a sus compañeros piratas que detuvieran el bombardeo.
Le planteó al capitán la idea de seguir el barco enemigo
hasta las nuevas tierras para robarles los tesoros que hubiesen conseguido, y
este maravillado con la idea dirigió el barco en dirección a la misma isla que
sus enemigos con el odio marcado en sus ojos.
El bombardeo se había detenido. Inoo y Morimoto subieron de
la despensa y encontraron un escenario desolador. Sólo estaban unos pocos vivos,
y el resto de los cuerpos se encontraban muertos en el piso del barco. Corrieron
a ayudar a los que estaban heridos pero vivos. Se sentía en parte responsable
del ataque. Ryutaro sabía perfectamente que Yabu había hecho aquello. Sabía que
era muy vengativo y en ciertas ocasiones no pensaba mucho en las consecuencias.
Aunque siendo un pirata líder, o casi, no
se preocupara por esas cosas. Además, ahora él era enemigo… le costara o no
aceptarlo.
Suspiró mientras curaba una herida del capitán. Este le
sonrió agradecido.
La mañana sería larga. Los cuerpos quedarían amontonados en
distintas partes del barco. Había sido pesado apilarlos para tener libertad
para caminar en ese pequeño barco que los llevaba al próximo destino en donde,
seguramente, deberían luchar de nuevo con el vengativo nuevo enemigo.
Días después, cinco para ser exactos, llegaron a destino.
La isla “Mystiriódis” estaba frente a sus ojos. Estaba tan
calma que casi no se podía ver en ella el desastre que se estaba acercando.
Seguramente toda esa maleza sería destruida por la maldad y la sed de venganza.
Ryutaro a veces se preguntaba como había alguien como Inoo dentro de ese barco,
se preguntaba también como alguien como él mismo había terminando siendo parte
de esta comunidad bélica. Clavaron el ancla y comenzaron a bajar: otra búsqueda
debía comenzar.
En el momento en que bajaron otro barco se detuvo al lado de
Taiyou no fune. Ryutaro lo reconoció de inmediato: “Nippon Maru” había llegado
e iba a destrozarlos. Tenían poca tripulación como para defenderse.
El joven apuesto pirata tomo al menor de la mano y comenzó a
correr. El menor le había despertado tal sentimiento dentro de su corazón que
quería protegerlo. Corrió y corrió pero no notó que detrás suyo alguien corría
a la par de ellos comenzando a tirar balazos al aire e intentando detenerlo,
intentando quitarle aquello que tanto quería proteger.
El aire les faltaba pero seguían avanzando en medio de la
maleza que se hacía cada vez más espesa. Sin embargo esto no les impidió
escapar, cosa que Yabu estaba detestando: quería recuperar al menor como fuese
así tuviese que matar al pirata que se lo había arrebatado.
Colocó más balas en su pistola y continuó tirando, no
pudiendo darle al mayor, y terminando por lastimar al pequeño que quería
recuperar. Al ver al menor caer en el piso se detuvo y sin saber que hacer
salió corriendo lejos. Se decepcionaba de si mismo. Corrió no quería presenciar
la muerte de que quien había querido proteger y sólo había logrado lastimar.
En cambio Inoo no soltó al pequeño. Aun cuando este cayó lo
sostuvo entre sus brazos, acunándolo con suavidad. Le besó la frente con
dulzura notando la sangre brotar de su muslo con rapidez. Quiso detener el
sangrado, pero bien sabía que en aquel lugar era poco probable que pudiese
conseguir salvarlo sin las herramientas necesarias para curarle. Dejó escapar unas
lágrimas que cayeron sobre las mejillas del menor que solo tenía presionados
sus ojos debido al dolor que estaba sintiendo.
Era el final y a penas si había conseguido un logro:
Enamorarse.