

: :'D

: La novela

: En mi silla rompe espaldas(?)
Nombre: Mystery eyes
Autora: Uebo Hime :3
Pareja: YumaKen
Formato: Drabble ( 1000 palabras)
Este fic... es didicado a mi bebé Shio ♥ FELIZ CUMPLEAÑOS BEBÉ MÍO ♥ Te quiero muchito y te deseo el mejor cumpleaños del mundo <3 -Le regala muchos Shori's- ¡Qué seas muy feliz! ♥
MYSTERY EYES
Mordí el lápiz que se encontraba en mi mano derecha con
insistencia mientras te miraba. Parecías tan atento pero a la vez tan ausente,
despreocupado sobre lo que ocurría en aquel salón. Parecía como si no
estuvieses en el mismo mundo en el que mis compañeros y yo nos encontrábamos.
Un aura de misterio te invadía, y casi irremediablemente, me intrigaba ese
mundo en el que te hallabas, lejos de todos los que nos encontrábamos,
físicamente, en el mismo lugar que tú.
El sol me pegaba de lleno en la cara desde la ventana a mi
izquierda y la misma lograba entorpecer, aún más, mi deseo de estudiar -si es
que te tenía uno-.
Lo mordí dejando que la marca de mis dientes quedase allí
para siempre, dejando una huella, mientras no parecía importarme nada más que
observarte. Virando un poco mis ojos hacia la derecha para ver la curvatura de
esa mueca que hacías, que aparentaba ser una sonrisa.
Siempre había querido hablarte, pero... no me atrevía.
Veía como los demás parecían estar pendientes de ti e
intentaban interactuar contigo, pero yo sentía que en realidad... era yo quien
estaba lo suficientemente pendiente de ti como para intentar entenderte.
Me sentía tan ajeno a ti, que aunque quisiese, no podría
acercarme.
Suspiré frustrado, cansado... pensando que quizá nunca
podría comprender ni siquiera una milésima parte de tu ser.
Noté que me mirabas. Desvié la mirada y tosí nerviosamente.
Me habías descubierto... quizá mi insistente mirada había logrado que tomaras
atención en mí. No supe si agradecerlo o detestarlo. Volviste la mirada hacia
el frente.
Al menos ahora sabías quién era, porque aunque estuviésemos
en el mismo salón, tenía la impresión de que no tenías la menor idea de mi
existencia.
Tus ojos de alguna manera se veían más claros. Quizá la
insidencia de la luz en aquel momento en el que te giraste, le dio de lleno a
esos hermosos ojos oscuros. Los míos en cambio se oscurecieron un poco, sin
embargo se intensificó aquel pequeño brillo que tenía mi mirada en cuanto tus
ojos y los míos su hubieron cruzado.
Tan perfecto tu cabello... se mecía con el viento
sutilmente, dejando que cada tanto cayera sobre tus ojos y lo acomodaras,
intentando quitarlo de en medio ya que te entorpecía la vista. Pero... ¿hacia
dónde mirabas? Seguí la línea de tus ojos y me encontré con un punto sin
sentido, como si tu vista estuviese perdida.
Por lo que confirmé que lo que creía era cierto, estabas en
un mundo ajeno al que nos encontrábamos los demás en aquel lugar.
Acomodé mis lentes y fijé la vista en aquel lugar con todas
mis fuerzas. No podía descubrir nada allí, pero sabía que algo llevaba tu
mirada hacia ese lugar. Bufé con cansancio.
— ¿Por... ¿por qué? —me pregunté en voz baja agachando la
cabeza haciendo que la misma quedara reposada en mi pupitre— No... no logro
comprenderte —aquel suspiro fue tan doloroso que todo el salón se había dado
vuelta, incluido tú. Mis mejillas se encendieron cuando elevé la mirada y te
ví, junto con toda la clase aunque eso poco me importó, observando mi estúpido
comportamiento.
Hui de tu mirada y cerré los ojos con suavidad para alejarme
yo de este mundo, que ahora también era el tuyo, al menos por ese pequeño
instante.
Al salir de aquel salón me di cuenta que había gastado medio
año observándote. Tratando de entenderte, aun cuando estabas en el baño
lavándote las manos, te observaba, observaba el jabón corriendo por ellas, la
forma en que las fregabas, intentando entenderte un poco más sólo observando
aquella acción que realizabas.
— Soy un enfermo... —me dije cuando noté lo que hacía. Me
observaste quitando tu mirada de aquel jabón con olor a lavanda.
— Si tú lo dices... —te reíste observando mis ojos
brillosos. Me sonrojé y sólo sonreíste levemente. Comencé a temblar al notar
que era una sonrisa sincera, de esas que pocas veces había visto posarse en tu
cara.
— Yo... mi.. me llam..—intenté articular las palabras y sólo
te reiste de mí.
— Nakajima Kento-san —dijiste como si fuese obvio.
— ¿C...cómo? —apenas pude preguntar.
Reíste con suficiencia.
— ¿Te crees que vivo en un mundo paralelo u algo?
—preguntaste mirándome y soltaste otra pequeña risa casi rozando lo infantil.
— Al...algo así —dije dubitativo— Siempre miras aquel punto
fijo y no logro comprender que es lo que pasa por tu mente... por qué pareces
tan ajeno... —intenté detener mis palabras para no atosigarte— ¿Qué eso que
lleva tu mirada hacia aquel lugar? Estoy intentando comprender por qué...
Pareces estar en otro mundo —me detuve pensando que estaba sobrepasando los
límites. Sonreiste dulcemente y posaste tu mano en mi hombro. Temblé como una
hoja.
— Sí quieres saber, ¿por qué no miras más allá? No mires con
tus propios ojos, intenta mirar desde mis propios zapatos... luego observa bien
con tu propia mirada y entenderás —dijiste dejándome sin comprender. Ahora me
sentía más desolado que antes, cada vez comprendía menos qué pasaba por tu
mente.
Me dirigí al salón. Miré tu asiento vacío. ¿Mirar desde tus
propios zapatos? ¿Ponerme en tu lugar? Me dirigí a tu pupitre y me senté allí.
Miré ese punto fijo. Acomodé mis gafas y observé mejor y noté un pequeño brillo
en el vidrio de la puerta del salón. Era el sol...
Me giré y lo miré... ¡Provenía de mi ventana! ¿Acaso mirabas
el sol? Me paré y coloqué mi bolso sobre mi pupitre.
Volví hacia el tuyo y me senté mirando hacia aquel pequeño
vidrio. ¡Se reflejaba mi bolso!
Temblé mordiendo ligeramente mi labio. ¿Me observabas a mí?
Cerré los ojos y cuando volví a abrirlos en lugar de mi
bolso lo veía a él. Parpadeé varias veces y como aquella ilusión no se iba, me
giré y te vi.
— ¿Nakayama-kun? —pregunté como si no fuese obvio. No era
como si no supiese que eras tú.
Te levantaste del asiento y te acercaste a tu pupitre sentándote
en el de adelante girando la silla. Volví mi mirada a ti.
— ¿Comprendes? En el mundo al que pertenezco sólo existes
tú... —murmuraste y tus labios rozaron los míos.
La respiración ya no era necesaria para que mi sistema
sobreviviese, contigo era suficiente.