



Nombre: Don't deny it
Autora: Uebo Hime :3
Pareja: NakaChii
Formato: Drabble (457 palabras)
Dedicado a Jess, mi bella kohai♥ Yo sé que te gusta esta pareja, como sé que a otras por ahí también :3 ¡Qué lo disfrutes!
DON’T DENY IT
Siempre fue igual.
Abrazo viene.
Abrazo va.
Besos inocentes en
las mejillas. Tirones de brazos reclamando
atención. Jugar con sus manos y
entrelazarlas con las suyas.
Juegos de niños a los que nunca pudo negarse.
Eran pequeños. Trece
añitos tenían. Y el mayor disfrutaba que el otro lo necesitara de esa
forma.
Le hacía sentir
querido, y nunca podía negarle nada.
Pero… ¿quién se podía negar ante esa ardillita
amorosa que corría dando saltitos y se le trepaba por la espalda para darle un
beso en la mejilla?
Él no,
definitivamente.
Pero era feliz
con ello… ¿para qué negarse entonces? Si le
encantaba y aunque los años pasaran seguía ansiando por sus sonrisas. Por aquella aura picarona que llevaba el
niño sobre sí.
A medida que el tiempo
pasaba los abrazos fueron acompañados de roces, los besos fueron sobre sus
labios, sus manos tocaban su cuerpo.
Y lejos de
quejarse, sólo sonreía permitiéndoselo.
De todas formas… no podía negarle nada.
Dejó que sus
manos acariciaran sus hombros mientras se duchaba luego de un ensayo. Después
de todo sabía que esas manos eran las suyas.
Tomó las manos
entre las propias deteniendo el recorrido
que la pequeña ardilla ejercía sobre su cuerpo. Sonrió girándose y se
medio inclinó para besarle los labios.
El pequeño, aunque
ya no en edad, se
trepó por su estilizado cuerpo, el cual pasado el tiempo había cambiado en
demasía, siendo ahora un chico de 1,78 metros.
Yuto lo tomó con
sus manos por las caderas pegándolo a su cuerpo y masajeando sus glúteos.
El menor era el
que siempre lo buscaba, sin embargo él no podía si quiera evitar
hacer lo mismo con el cuerpo de este, quien jadeaba levemente ante su tacto.
— Yuto~ —gimió cuando el mayor le comenzó a quitar
la camiseta y acarició con sus manos su pecho. Pero la pequeña ardilla ardiente no quiso dejar de accionar sobre el cuerpo
del alto. Se soltó de su agarre, bajando hasta quedar de rodillas ante el
mayor.
En cuanto este colocó
su lengua sobre su glande él
soltó un alarido placentero con el cual no pudo evitar cerrar los ojos y
tirar su cuello hacia atrás.
El pequeño
picarón volvió a subir y se acercó a su oído en el cual susurró:
— Tira de mis cabellos… dime qué quieres que te la chupe. Di mi
nombre, gime fuertemente. Tanto como yo
grité la primera vez que me la metiste —cuando dijo todo aquellos soltó un jadeo evidente—. Oblígame a que lo haga —sentenció.
El mayor no pudo negarse…
¿Es que acaso alguien podía
negarse ante esa ardillita ardiente que lo acosaba en las duchas y se le
trepaba por el cuerpo para pedirle que lo haga suyo?