15 de enero de 2012

Mamoritai Introducción [TakaChii / Serial]

: Dormida (?
: El teclado
: En la casa de mi besto ♥









Nombre: Mamoritai
Autora: Uebo Hime & YuukiNii
Pareja: TakaChii
Formato: Serial

Este es un fic hecho en conjunto con Yuuki~sama ♥ El primer capitulo lo hice yo, y ella lo ha corregido. El segundo lo hará ella, y el tercero yo, y así sucesivamente (: Serán todos subidos acá (:
Se lo dedico a Meli~ que sé que ama el TakaChii ♥

MAMORITAI
INTRODUCCIÓN




Su espalda estaba perfectamente apoyada contra la del mayor. Su piel rozaba la suya haciéndolo suspirar entre sueños.
Había terminado de hacer el amor hacía unas horas y ahora reposaban, descansando.
El menor se encontraba dormido mientras que el otro simplemente acariciaba sus cabellos tarareando una suave melodía, aquella que siempre lo lograba hacer dormir.
Todo era paz. Hacía mucho que no respiraba con tanta tranquilidad. Siempre estaba apresado por el miedo de que su padre lo descubriera.
Luego de que muriera su madre se sintió sólo y comenzó a buscar consuelo. Hasta que lo encontró a él, que logró curar sus heridas, y enamorarlo de tal forma en que no pudo separarse ni un minuto de sus besos, de sus caricias, de los roces de sus pieles, de su aliento chocar contra su oído al hacer el amor.
Pero respiraba una paz inmensa porque su padre había salido un mes para trabajar fuera de la ciudad y lo había dejado sólo. O eso pensaba el hombre de mediana edad que lo había protegido aún más desde la partida de su madre.

Pero… todo pasó tan rápido, que no le dio tiempo a reaccionar.
Su padre de repente tiraba de la cama a su novio y comenzaba a golpearlo sin compasión.
No sabía qué hacer. Titubeó en qué decirle. No entendía qué estaba pasando y tampoco quería hacerlo.
Simplemente veía como su padre golpeaba duramente al mayor y como de repente tomaba algo de su costado para darle con más fuerza.

Hasta que logró dejar escapar palabras.

— ¡Suéltalo por favor! —Le dijo el pequeño a su padre que no dejaba de golpear al chico de mayor edad con un bate de beisbol— ¡Papá! ¡Deja de pegarle! —suplicó entre medio de lágrimas pero su padre no dejaba de ejercer violencia sobre el castaño.
— ¡Eres un depravado! ¡Arrastrar a mi hijo a ese mundo perverso y horrible! ¡Ensuciar su cuerpo de aquella forma! ¡Mereces morir! ¡Maldito! —dijo el hombre mientras seguía con aquellos golpes que hacían gimotear de dolor al chico que los recibía.
— ¡Deja a Yuuyan! —gritó el pequeño tirando de los brazos de su padre para que se detuviera.
— ¿Yuuyan? ¿Así le dices en la cama? —le preguntó su padre mientras miraba el cuerpo desnudo del menor— ¿Así le dices mientras te pervierte?
— ¡Nadie me ha pervertido! ¡Nos amamos! —gritó el pequeño.
— ¡El amor no existe si no es entre hombre y mujer! —dijo su padre mirando feo a los ojos al “impuro” que golpeaba sin piedad.

Pero nada. Nada detuvo los golpes.
Salió corriendo por el pasillo de la casa. Desesperado al no saber que hacer para que se detuviera, sujetó fuertemente su cabeza mientras sus ojos tan abiertos como nunca lo habían estado miraban el piso, y arrugaba su frente cada vez que escuchaba como el bate daba contra el cuerpo.
Entró a la habitación de su padre y en un arranque de desesperación abrió un pequeño cajón. Cuando volvió sólo se escuchó el ensordecedor sonido del disparo de aquella arma.



¡Qué había hecho! No podía ser posible…



La secuencia de los hechos ocurrió lentamente frente a sus ojos. El bate fue lo primero que cayó a un costado del cuerpo de su novio, el tambaleante hombre volteó mirándole directamente a los ojos antes de caer al piso, saliendo un hilillo de sangre por su comisura izquierda. Borbotones de sangre comenzaron a salir por sobre y debajo del cuerpo, manchando el piso rápidamente.

Al menor le temblaron las manos.
El arma cayó también. Se miró las mano que antes sostenían el arma como intentando no creer en lo que ellas habían hecho, algo que ya no tenía vuelta atrás.
Impulsivo. Se sentía repugnante. Triste. Desesperó. Tenía miedo.
Cómo…. ¿cómo podía haber hecho algo así?



El sonido del disparo no dejaba de hacer eco en su cabeza.

Las lágrimas no caían. No podía soltarlas. Estaba en shock.
— P-papá —murmuró y en ese instante el mayor se levantó del piso, aunque le costaba moverse y estaba todo magullado, para abrazarlo a lo que el más chico se escondió en su cuello. Y ahí fue cuando ya no pudo más, estalló en llanto con las manos aún temblorosas en los brazos del mayor que lo arrullaban.
— Tranquilo —intentó hacer algo por él aunque sabía que no serviría. Luego de eso una idea loca pasó por su mente y no dudó en concretarla. Era lo mejor para él. No podía permitir que lo culparan. En lo absoluto Yuri podría sufrir de esa forma.

Se separó levemente ante la atenta mirada del menor que lo buscaba porque no quería separarse. Tomó un pañuelo de un cajón y tomó el arma con ella, limpiándola perfectamente. Dejó el arma a un lado y luego guardó aquel paño en su bolsillo. Tomó el arma entre sus manos con posición de disparo para que sus huellas quedaran marcadas en la misma.

En su mente sólo se repetía que lo mejor era alejar al menor de todo sufrimiento. Ya tenía demasiado con lo que seguramente se había arrepentido de hacer. Siempre tan impulsivo —pensó.

Lo acercó a la cama y lo sentó de espaldas al cadáver para tomar unos paños y limpiar su propio cuerpo de las manchas de sangre. Esos paños luego los tiró por el retrete del pequeño baño en la habitación del menor junto con el otro paño que se encontraba en su bolsillo.
Lo vistió con la ropa del día anterior y lo despeinó un poco. Se vistió él también y luego le habló:

— Yuri —murmuró y el menor lo miró aún en transe—. Llama a la policía —le dijo y el menor reflejó miedo en sus ojos—. Tranquilo, estarás bien —mostró una sonrisa tranquilizadora y lo tomó por los hombros para que tomara el teléfono y llamara—. Diles que lo han matado, por nada del mundo te eches la culpa, ¿de acuerdo?

El menor todavía tembloroso, marcó el número y esperó que atendieran, lo cual fue casi inmediatamente.
Su voz no salía pero el mayor lo empujó para que hablara.

— H-han ma-mata-do a mi pa-padre —gimoteó entre lágrimas. El mayor sonrió, tenía miedo. La voz del menor estaba impregnada en miedo.
— Yo te protegeré —le dijo al oído cuando cortó la comunicación—. Siempre —le dijo y se agachó quedando a su altura para mirarlo a aquellos ojos impregnados de tristeza y le besó los labios suavemente—. Debo irme, pero no te olvides de esto: volveré por ti —le sonrió levemente—. No te dejaré solo —besó su frente—. En cuanto pueda volveré y te seguiré protegiendo como ahora lo hago. Lo juro —le prometió tomando su meñique y el menor le dedicó una pequeña sonrisa, lo cual debido a la situación fue suficiente para él.

La sirena del coche de policía le anunciaron que era momento de irse. Besó una vez más sus labios en un beso casto y salió de la casa corriendo tan rápido como las piernas le dieron.
Tan rápido que pensó que moriría en el intento. Intentaría no ser atrapado. Debía volver con él así tuviese que estar prófugo por años.
Lo tomaría en brazos y escaparían juntos.
Como en esas películas que ambos tanto amaban y disfrutaban juntos las noches de invierno en su apartamento. Esas en las que al finalizar el menor se encontraba llorando, odiando que el prófugo nunca más pudiera ver a su amada y él lo consolaba diciéndole: “Tranquilo sólo es una película”. Tanto le gustaría poder decir ahora mismo aquellas palabras.
Pero se vio atrapado en una calle sin salida y no pudo más que suspirar resignado.
No tenía escapatoria. No era tan hábil como para saltar el muro que tenía enfrente y los policías estaban corriendo en dirección a allí.
Teniéndolo acorralado en minutos. Teniéndolo esposado a los instantes.
Teniéndolo preso de un asesinato que sólo se trataba de amor.

De protección.





11 de enero de 2012

Boys Don't Cry 1 [AKame + HSJ + Johnny's Jr.]

: Sueño~
: Another World ~ W-inds
: En mi calurosa habitación D:








Nombre: Boys Don't Cry
Autora: Uebo Hime :3
Pareja: AKame / RyoJin / TakaJima / InooDai / KikuJima / MoriMori.
Advertencias:  Yaoi, hétero, drogas, violencia familiar, violación, pedofilia, etc.
Formato: Serial
Advertencias del capítulo:Sé que es ilógico dar esta advertencia, cuando debería ser lo más normal, pero todas lo leen por el yaoi por lo que me veo con el derecho de advertir que este capitulo es lo más hétero del mundo. Sepan disculpar pero es necesario para el fic (:




Bueno acá empieza en sí la historia. Espero que la disfruten (:





CAPITULO 1
   “En aquel buzón ya no decía Akanishi; sino Kamenashi”





>> Japón

Por fin salía. Luego de 8 jodidos años rodeado de esa mierda. Pero la mierda, esa mierda, era su responsabilidad. Él estuvo ahí porque así lo quiso… En realidad no, pero intentar robar un banco no era precisamente el mejor camino para no terminar primero en una correccional de menores y luego en prisión.

Siempre había sido una persona independiente, quizá porque quien lo había cuidado en su niñez ya no estaba; y la persona que lo cuidaba no sabía su nombre —a pesar de que lo había procreado—.

Vivía viendo a aquella persona rodeado de botellas; y siempre que estás terminaban vacías, de igual forma el terminaba con la piel magullada por algún que otro golpe de quien no merecía ser llamado padre.

Comenzó a seguir los pasos de su progenitor.
Cuando ya beber no fue suficiente, le sumó la droga, la promiscuidad, la homosexualidad, y el hurto.

Si creyeron que su padre era un jodido desastre, él lo superaba ampliamente.

El ambiente en el que había convivido aquellos 8 años, había sido horrible:
Los últimos 2 años de su adolescencia, durmiendo en un colchón roto, sin sábanas, teniendo que cubrirse con sus propios brazos para resguardarse el frío invierno, habían sido lo peor.
Los siguientes 6… los había pasado más tranquilo. Se había superado, ya no sentía miedo. Debía cuidar su culo…; sobre todo porque consideraba que el mismo tenía dueño.

Salió del recinto aspirando el aire… Aunque era lo que menos deseaba aspirar en ese momento.


— ¡Libertad! ¡Qué fabuloso que es salir de esta mierda! —gritó estirando sus brazos para sentir la brisa en ellos.

Se puso a caminar con su pequeño bolso en la mano.
Mierda de pertenencias: una muda de ropa y su cajetilla de cigarros. Nada, absolutamente nada era lo que tenía.

Pensó en su dealer, su gran amigo Nishikido Ryo. No entendía cómo era posible que siendo traficante de drogas no lo hayan puesto en prisión… todavía.

Todos sabían que él era traficante. Todos sabían que en aquella zona el mandaba. La misma policía sabía dónde encontrarlo. ¿Por qué demonios decían que no había pruebas?

Aunque… debería de haber alguna razón.

Tan fácil no podía huir.

Iría en busca de él.
Necesitaba cocaína. La necesitaba más que a su hogar.

Hogar.

— ¡Já! —pensó— Sí, claro; “hogar”.

De todas formas debía ir. Aún tenía la esperanza de ser querido al menos un 0,01% de lo que su madre lo quería. Aún tenía la esperanza de que su padre tuviese al menos un sentimiento referido a él. Ya no importaba si era bueno o malo, pero… que se relacionara con él.

Suspiró. Debía ir.
Quería sentir que al menos algo le quedaba en esta vida.











—Ryu-chan, ¿crees que me irá bien en el examen de derecho? Porque no puedo perder el porcent… —Ryutaro lo interrumpió hablando calmadamente.
—Tranquilo genio. Siempre apruebas. No sé de qué te preocupas —rió.
—Es que —se fregó la cara—… Es solo que no puedo concentrarme al estudiar —lo miró con cara de preocupado.
— ¡Cambia esa cara! No pasará nada, solo siéntate escuchando música en un volumen bajo y relájate. Podrás estudiar, ya verás—le dio una palmadita en la espalda.

Kame lo miró ofuscado.

—Pero no sé —se rascó la cabeza—. Me siento nervioso. Siento que los problemas con Kyoko me están afectando —miró al techo preocupado.
—Mayonaka no kaubooi ni natte, kimi ni kimi ni tsutaetai…—Kame lo interrumpió.
— ¡Ryu-chan! ¡Te estoy hablando! —gritó enfadado.
—Bla, bla, bla… ¡Siempre es lo mismo! Ya déjala —dijo exaltado.
—Lo sé —lo miró— Pero no puedo dejarla. La amo —Ryutaro alzó una ceja—. Bueno está bien, solo la quiero —Ryutaro sonrió.
— Entonces no es tan difícil dejarla… ¡Además te ha engañado con tres hombres diferentes! —Kame bajó la cabeza.
— No me lo recuerdes… Me siento un estúpido de primera —pateó la silla que se encontraba a su lado.

Ryu-chan se acercó a él poniendo una mano en su hombro. Lo abrazó y le dio un beso en la frente. Quien los viera seguramente dudaría sobre si el más pequeño fuese el adulto en realidad.










Jin vagaba por las calles de lo que siempre fue su hogar, la Prefectura de Tokio.
En su mano derecha sostenía un cigarro que fumaba con necesidad, como lo había hecho estos últimos 2 meses en los que su proveedor de drogas en prisión, un tal Ryuuya, había salido en libertad.

— Estúpidos abogados. —pensó.

Había pensado en ir a ver a Nishikido. Pero decidió ir a su casa primero. La intriga lo estaba matando. ¿Lo recordaría? ¿Seguirían estando las fotos de su madre decorando la sala? ¿La guitarra que ella solía tocar? Su… vestido de bodas.
Esas cosas en las que se refugiaba, aún cuando estaba ahogado con su propio vómito.
Esas cosas que su madre nunca se hubiese permitido perder.

A los minutos el cigarro se había acabado y rápidamente sacó otro de la cajetilla para fumarlo suavemente. Necesitaba hacerlo durar lo más posible.

Llegó a lo que alguna vez fue su hogar. Miró el interior por las ventanas. Todo parecía tan cambiado. Nada parecía estar dónde él las recordaba.
Las fotografías ya no estaban allí.
Todo estaba pulcro. No había botellas, sin comida por el piso.

Había dos chicos, uno bastante más pequeño que el otro, sentados en un sillón.

Frunció el ceño. ¿Qué hacían estos chicos en su casa? ¿Dónde estaba su padre?
Todas sus preguntas se disiparon cuando vio que en aquel buzón ya no decía Akanishi; sino Kamenashi.

Su padre se había ido, por eso nunca iba a visitarlo. Lo había dejado solo, sin hogar, sin dinero. Sin absolutamente nada.
Nada más que su jodida vida, y la poca cordura que le quedaba.

Volvió a mirar el interior, los dos reían fuertemente. Aquella escena lo llenaba de repulsión, aunque claramente era envidia. Y de la mala. Odiaba a cualquier ser que fuese correspondido no sólo física, sino mentalmente. Fuese o no deseo carnal o romance. No importaba. Cualquier ser que fuese querido y respetado por otro, le generaba repulsión.
Porque él no tenía nada de eso.
Porque hacía mucho que nadie lo veía de ese modo.
Y dolía.
Ser fuerte no servía de nada, sino tenía nada a lo que aferrarse.


Jin decidió cambiar su rumbo. Deambuló hasta aquel callejón que se encontraba detrás de un viejo hotel, y allí vio a Ryo parado traficando con un chico de apenas 15 años, la edad que él tenía cuando lo conoció y le entregó su cuerpo por un poco de droga.

Recordaba como esa noche le había quitado la virginidad de una forma nada inocente, apoyándolo de espaldas a él en aquella pared sobre la que ahora se posaba mirándolo llegar con una sonrisa.
Le causaba nostalgia. Al menos en ese momento aún podía considerarse querido… aunque no fuese realmente así.

— ¡Jin! Que sorpresa, hace mucho que no te veo, pero tú sabes… Hay que protegerse —hizo una pausa breve y lo observó—. Veo que saliste —posó una mano en su hombro.
— Sí, entiendo.
— ¿Has venido por droga? —lo miró con una sonrisa.
— Sí, pero…. no tengo dinero —se mordió el labio.
— Bueno, pero eso tiene solución, ¿verdad Jin-kun? —lo miró pervertidamente.

Jin se acercó tímidamente.
En la cárcel muchos quisieron tener un polvo con él, pero él se negó. Nishikido fue el único que poseyó su cuerpo en carácter homosexual, desde sus 15 años, y por el momento no pensaba cambiar eso.
Él sería el único que podría hacerlo. Nadie lo tendría de la misma forma. Nunca.

Ryo lo besó fuertemente tomándolo por la cintura y apoyándolo de espaldas a la pared. Akanishi lo miró y se mordió el labio sonriendo. Cada movimiento que hacía, lo ponía aún más caliente. En el momento que vio su primera sonrisa, ya quiso que lo poseyera.

Pero, cuando iba a besarlo otra vez unas sirenas de policía resonaron cerca del lugar. Ryo salió corriendo. Akanishi lo siguió. No quería alejarse de nuevo. ¡Lo necesitaba! No quería estar solo una vez más.

Lo perdió de vista.

Pero no lo buscó, no podía darse el lujo de caer en prisión el mismo día en que había salido de ella. Caminó otra vez.
Ahora todo estaba oscuro y la noche había llegado.

Llegó a su antigua casa y miró hacia el interior. Los dos chicos miraban películas y reían tirándose palomitas de maíz.
Sonrió. Como le gustaría hacer esas cosas con Ryo. Pero él era un chico malo. Nunca sería así de común.
Suspiró. Debía dejar de querer así a Ryo, nunca dejaría de ser un polvo para él. Jamás dejaría todo por él. Jin parecía ser poca cosa para el traficante.

Fue hasta un bar. No tenía dinero para pagar, pero que importaba… Mai la dueña del local siempre estuvo caliente con él, así que un polvo sería suficiente para saldar su consumición.

Entró, todo estaba como lo recordaba.

Él iba allí con apenas 16 años, pero su aspecto de chico más grande hacía posible que le vendieran alcohol y por supuesto que Mai se le abalanzase con ganas de montarse sobre él, literalmente

Se acercó a la barra, allí se encontraba Mai secando unos vasos. Se sentó y le sonrió. Ella puso cara de depravada —como siempre— y se acercó mucho a él por encima de la mesada de madera mugrienta y gastada.

— ¡Hey! Hace años que no vienes por aquí —lo miró coquetamente.

Él la miro con una cara de repulsión bastante bien disimulada. Primero: Ella no era el tipo de chica lo que dice bonita; y segundo: No era hombre.

Lo miró sonriendo.

— ¿Qué quieres tomar Jin? —lo miró agarrando un vaso.
— Un Jack Daniels —la miró rascándose la cabeza—. Pero no tengo con que pagar, a menos que —se acercó a su oído—… quieras que a cambio te joda.

Mai lo miró con deseo.

— De acuerdo —dijo con voz sexy.

Jin rió. Espero su trago, que en apenas minutos estuvo a su lado. Tomó su Jack Daniels y así 7 u 8 más. Ahora no le daría demasiado asco joder con Marie.
Cuando terminó de beber era el único en el bar. Miró a Mai insinuante y le guiño el ojo. Esta se metió en una habitación y él fue tras ella.







Kame esperaba a Kyoko, sentado en el sillón. Este estaba nervioso, le diría que quería terminar la relación. Esperaba que las cosas fueran fáciles.

Miró el reloj. 19:30. Ya tendría que haber estado allí. Se retorció las manos nerviosamente y sonrió al recordar los besos de su chica. Los extrañaría, pero no valían la pena, ya que eran sin amor.

Miró el reloj otra vez. 19:31. El tiempo pasaba lento. Sonó el timbre.

Era ella.

Se levantó, abrió la puerta y la miro. Lucía hermosa como siempre. Le sonrió y ella le correspondió con una sonrisa radiante. La hizo pasar y cerró la puerta con cuidado.

De repente ella se abalanzó sobre él y lo besó de forma pasional. Él continuó el beso. No pudo negarse. Sería la última vez.

La chica quitó su camiseta quedando en sostén y volvió a besarlo. Kame le acarició los pechos por encima de la prenda que todavía poseía. Kyoko gimió bajito. Agudizó sus oídos… Le encantaba ese sonido.
Ella, por otro lado, desprendió uno a uno los botones de la camisa del chico, para luego besarle y morderle el pecho. Él lanzó un pequeño grito.
La chica desabrochó su sostén y acercó a Kame a su pecho haciendo que él comenzara a lamer y morder sus pezones. Kyoko lanzó pequeños gritos de placer. Ella despeinaba los cabellos del muchacho atrayéndolo más hacia su pecho.

Kyoko siempre manejaba la situación, ella era el hombre en la relación.


La muchacha desabrochó y quitó el pantalón de Kame en una sola maniobra. Buscó su boca y lo besó fuertemente. Se separó de él quitando su pantalón y corrió su ropa interior para proceder a meter dos de sus dedos en su interior. Con su otra mano llevó los dedos de Kame hacia allí y los reemplazó por los suyos haciendo que este los moviera rápidamente. Lo miró mientras lamía sus dedos provocativamente.

Gemía como loca.
Quitó los dedos de Kame de su cavidad y los lamió uno a uno.

Él buscó sus labios pero ella se corrió para bajarle el bóxer.

Se apoyó contra una pared y se subió sobre él enroscando sus piernas alrededor de su cintura. Kazuya entró en ella fuertemente haciendo que ella arqueara la espalda gimiendo con fuerza. Kame gimió al compás de ella moviéndose con rapidez.

Al cabo de un rato casi chillaban.

Se vinieron juntos gritando tanto como sus cuerdas vocales lo permitían.


Kazuya se deslizó con ella hasta el piso mientras sus respiraciones volvían a su normalidad.

— ¿Kazu? —lo miró.
— ¿Qué sucede nena? —le acarició la frente.
— Yo… Creo que —suspiró—… creo que lo nuestro debe terminar aquí —lo miró con pena.
— Lo sé —la besó suavemente en forma de despedida—. Lo sé.
— Bueno, entonces este fue nuestro… ¿adiós? —le sonrió.
— Sí, creo que fue la mejor forma de despedirnos —le sonrió.


Se abrazaron unos instantes. Kazuya sonrió, la chica había tenido el mismo propósito que él.

— Yo… Yo lo siento Kazu —bajó la cabeza—. Siento mucho no poder amarte.
— Está bien —le levantó el mentón—. Supongo que así debe ser.

Kyoko se levantó y se vistió ante la mirada de Kame. Él solo se colocó el bóxer y el pantalón. Cuando ella estuvo lista, la acompañó a la puerta despidiéndose con un pequeño abrazo.


Cerró la puerta y se recostó en el sillón quedándose profundamente dormido.

No negaba que iba a extrañarla, que la situación le dolía; pero ella no le hacía bien, sólo lograba hacerlo sentir más débil e inseguro.

3 de enero de 2012

Boys Don't Cry Prólogo [AKame + HSJ + Johnny's Jr.]

: Cansadita~
: Super Drive ~ Matsushita Yuya
: Al lado de la ventana *-*





Nombre: Boys Don't Cry
Autora: Uebo Hime :3
Pareja: AKame / RyoJin / TakaJima / InooDai / KikuJima / MoriMori.
Advertencias:  Yaoi, hétero, drogas, violencia familiar, violación, pedofilia, etc.
Formato: Serial

Espero que lo lean. Es un fic que como ya expliqué contiene muchos Johnny's distintos y espero que lo lean. Empezado en muchos lados pero no terminado. Espero que los que ya leyeron la versión sin editar la lean de nuevo (:



PRÓLOGO




Fuerte:
1. adjetivo. Que tiene fuerza y resistencia.
2. figurativo. Se aplica a la persona que tiene fuerza o ánimo para soportar y afrontar desgracias o situaciones difíciles.





Débil:
1. adjetivo. Deficiente en fuerza física o resistencia.
2. figurativo. Carente de fuerza, vigor o eficiencia en carácter, acción o expresión
.




Frágiles y duros a la vez, débiles y fuertes, ¿por qué no? Hay cosas que nos afectan más, que nos tocan la sensibilidad y otras que apenas nos afectan, bien por no importarnos bien porque aprendimos a hacerles frente y a no dejarnos hundir por ellas.
La opinión de los demás, el qué dirán es una de ellas. Claro que el comentario puede ser sobre cualquier cosa, desde nuestro pelo o nuestro comportamiento hasta lo bien que besamos o apoyamos a un amigo o amiga.
¿Por qué es frágil o débil una persona? Puede haber cientos de motivos. La baja autoestima, la inseguridad y la falta de confianza en uno mismo suelen estar presentes. Y ¿qué fomenta esa baja autoestima, inseguridad y falta de confianza? Generalmente el entorno y las vivencias personales.

Hay experiencias, dentro o fuera del entorno familiar, que pueden fomentar los tres motivos expuestos: las continuas exigencias sin reconocimiento alguno de lo que se hace bien; las burlas de compañeros y amigos, quizás unidas a un aislamiento por parte de los demás; abusos sexuales; malos tratos —físicos o psicológicos—.
La forma en que afectan a una persona puede variar dependiendo de la gravedad de los mismos, de la duración en el tiempo y de la propia persona que los sufre: si la baja autoestima y la inseguridad estaban ya presentes, afectará más.
Curiosamente y por lo general cuando una persona tiene inseguridad y desconfianza y cuando su autoestima es más baja de los saludable, los demás suelen advertirlo. “El miedo se huele”. Sí, debe de ser un instinto animal que aún no hemos perdido, o quizás sea un instinto social que hemos desarrollado al relacionarnos con otros humanos. La cuestión es que cuando un niño o un adolescente se muestra tímido y susceptible, otros niños o adolescentes, también susceptibles pero con una coraza de dureza, tienden a enfocar sus burlas, su frustración y enfado en esos otros que se muestran frágiles. También ocurre entre los adultos, no es sólo un mundo de colegio e institutos, sólo que los adultos suelen comportarse de un modo ligeramente distinto.
La inseguridad y la desconfianza suelen llevar a más inseguridad y más desconfianza en uno mismo, minando y disminuyendo día a día la autoestima. A menos que se le ponga freno. Cuando uno es joven, puede no darse cuenta; también cuando es mayor. Pero lo cierto es que el malestar va creciendo en el interior. Hasta que se busca un remedio.
Y el remedio es aprender:


“— ¿Quieres que aprendamos juntos?”

Dos hombres. Dos personalidades. Sus caminos se unen para ya nunca poder decir: Los hombres no lloran.

“Somos humanos. Sentimos, reímos, lloramos. Los sentimientos nos abundan, es por eso que quiero sentir, reír y llorar contigo.”



 
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