Placebo [TakaYamaChii / Oneshot]

Nombre: Placebo
Autora: Uebo Hime :3
Pareja: TakaYamaChii
Formato: One Shot (1839 palabras)

Dedicado a Dahlia :3 Espero que te guste ♥

PLACEBO

El efecto placebo es la capacidad curativa de un agente terapéutico que no produce ningún efecto farmacológico.

Se trata, por tanto, de un fenómeno psico-fisiológico en el que los síntomas de un paciente pueden mejorar mediante un tratamiento con una sustancia placebo, es decir, una sustancia sin efectos directamente relacionados con el tratamiento de aquello que estaría causando (etiología, conocida o no) los síntomas de dicho paciente.

Miraba a su alrededor. Los ojos le pesaban pero no quería dormir, aún era de día, y la luz lo molestaba. Se paró, cerró las cortinas. Se acercó a la puerta de su habitación y verificó que estuviera bien cerrada. Volvió a la ventana y miró detenidamente las cortinas. Sin siquiera correrlas verificó que la ventana estuviese bien cerrada y se sentó en la cama. Retiró las sábanas y se metió en ella. 

Sus ojos comenzaron a cerrarse, ahora ya más tranquilo. Suspiró unos instantes y se dispuso a dormir. En cuanto logró dormirse, volvió su mente en blanco. No soñaba, así podía estar alerta. Estar alerta ante cualquier sonido que indicase peligro. Algo chirrió. Abrió los ojos instantáneamente. Miró a todos lados. Se levantó de la cama y se acercó a la puerta, verificó, de nuevo, que estuviese cerrada. Hizo lo mismo, de nuevo, con la ventana. 

— Todo está bien —se dijo a su mismo. Sintió otro sonido, al parecer venía desde el otro lado de la puerta. Se alejó lo más que pudo—. Todo está bien Ryosuke —repitió.
— Ryo-chan —habló su madre—, Takaki-kun ha venido a verte —la señora miró al joven—. Está preocupado por ti —dijo casi en un susurro porque ella también lo estaba—. Déjalo pasar, por favor —era la madre quién suplicaba porque aunque sea lo dejase entrar a su amigo.
— Todo está bien —se repitió.

El joven del otro lado suspiro y se acercó a la puerta para hablarle.

— ¿Yama-chan? —preguntó el mayor y al no hallar respuesta decidió hablarle al aire, de todas formas sabía que el más chico lo estaba escuchando— Soy yo, ¿está bien? Nadie te hará daño, yo no podría hacerlo, ábreme por favor —le pidió y se escuchó el ruido de la llave girar.

La madre quiso entrar pero Takaki se lo impidió, era como estarlo engañando. Y su madre lo comprendió, se lo había permitido a él, a nadie más que él.

Takaki entró a la habitación y sin que el menor se lo pidiese, cerró la puerta y le echó llave. Ryosuke ya se encontraba sentado en su cama, con las piernas flexionadas y sus brazos abrazando las mismas. Su cabeza estaba apoyada sobre estas. Se acercó a él y se sentó a su lado. Cuando le quiso acariciar los cabellos el más chico le apartó la mano violentamente y comenzó a temblar. 

— Está bien, sin contacto, ne? —le dijo y el más chico lo miró con ojos suplicantes— Siento no haberte podido defender, si tan solo hubiese estado allí yo… —Yamada lo interrumpió.
— No es tu culpa —dijo en un murmullo. El mayor suspiró, eso era cierto.

Él no lo había violado. No lo había dejado así. Completamente paranoico, completamente lleno de miedos.
Completamente… solitario.

— Déjame protegerte —le dijo el mayor—. Sé que ya es tarde, pero déjame envolverte entre mis brazos, protegerte de todo, protegerte de esta soledad en la que te has envuelto, déjame devolverte aunque sea una milésima parte de lo que era tu vida —le dijo mirándolo a los ojos.

Sintió a penas un roce en una de las manos apoyadas en el colchón de sábanas blancas. Los dedos de Ryosuke apenas lo tocaban, pero era suficiente para comprender que el menor le estaba pidiendo ayuda. Estiró aquella mano y rozó sus nudillos. El menor tembló pero no se corrió esta vez. Dejó que Takaki avanzara el recorrido y le acariciara la muñeca, hasta que rodeo con su mano la del menor y presionó suavemente estrechándola.

Ryosuke se tiró a sus brazos luego de aquel agarre. Tembló como una hoja, sin embargo él mismo, se pedía a gritos a sí mismo resistir el estar entre sus brazos. Tembló y tembló, pero no se separó. El mayor simplemente lo abrazó, acunándolo, protegiéndolo.

— Yuyan —habló el menor—, por favor sé mi placebo.

El mayor lo acarició en la mejilla. Besó sus labios suavemente sellando la promesa. Haría lo que fuese necesario para hacerle bien. Porque le quería.

Debía hacer que sus miedos terminaran, quería… hacerlo volver a estar bien.




Enamorarse sería un problema. Separarse de su placebo sería un problema. Dejar de beber de él sería un problema. Dejar de sentirse complacido por aquella paz sería un problema. 

Problema que no pudo ser evitado. 

Intentó con todas sus fuerzas no ver al menor con esos ojos. Su compañero de clases. El único con el que pudo crear una relación luego de lo sucedido. El único además de Yuya que lo llenaba de sosiego. Su otro placebo.
Ese chico sabía todo de él. Sabía incluso de su extraña relación con Yuya, de todo lo que este generaba en él, y el por qué lo protegía. Sabía qué había sucedido, y sabía incluso quién lo había hecho. Sabía que su padre lo había llenado de pena, que lo había ultrajado de la forma más horrorosa. Sabía incluso su dolor, compartía sus lágrimas.

Un papel voló por encima de su banco, lo tomó, lo desdobló y lo leyó.

“¿Estás bien?”

Le sonrió desde su sitio. Tomó la lapicera y respondió.

“Yuri… ¿serías mi placebo?”

 

Y allí los reunió a los dos. Ambos sentados su cama. La puerta obviamente con la cerradura puesta. La ventana con las cortinas cerradas. Sólo la habitación era iluminada por una pequeña lámpara de luz tenue.

Se acercó a ellos. Los miró. Se sentó en las piernas de Yuya y lo besó en los labios. El menor miró con atención. Aquella imagen le resultaba… atrayente.

— Nee Yuri~ —se separó de los labios del mayor— ¿Podrías besarme? —pidió. Chinen se acercó un poco a ambos y puso su boca en medio de ambas, Yamada se había alejado sólo unos milímetros de la boca del más grande por lo cual si no hacía aquello no podría besar a Ryosuke— Bésanos —pidió cambiando de opinión.

El menor no se negó.

 No podía. Le quería. Lo deseaba.

Se acercó más y besó a Yamada unos instantes. Jugueteó con su lengua y lo sintió temblar. Se separó asustado ante la reacción.

— Sigue —exigió.

Siguió besándolo mientras Takaki se concentraba en besarle el cuello al más chico, quien continuaba besando a Ryosuke. Éste cortó el beso y lo miró a Chinen indicándole lo que debía hacer. El menor se acercó a los labios del mayor de ambos y lo besó despacio. 

Notó ciertos roces en su cintura. Eran poco precisos. Las manos de quien lo hacía estaban temblorosas, se notaba claramente el esfuerzo que hacía.

— Yama-chan —se separó de Yuya—, no deberías forzarte a esto.

No podía no forzarse. Les quería. Los deseaba.

— No te he pedido opinión —simplemente contestó y el más chico suspiró.

Le levantó la camiseta y empezó a besarle la espalda. El más chico gimió en medio del beso que le daba a Takaki y este último aprovechó para besarle el cuello, mordisquearlo, y dejarle pequeñas marcas rojizas. 

El menor se giró y enfrentó a Ryosuke.

— Bésame entonces —soltó de un momento a otro. Ryosuke lo miró.
— ¿Eh?
— Que si vas a forzarte… al menos bésame —le pidió y Yamada asintió besando sus labios, hundiendo su lengua allí.

El mayor de ambos se abrió los pantalones. Los bajó a penas, intentando no hacer caer a Ryosuke y Chinen y coló su mano por dentro de su pantalón. La tenía dura. 

Yamada lo vio. Lo sintió removerse. Apartó a Yuri un poco y se bajó de las piernas del mayor. Empujó a Chinen para que éste ocupara su lugar. Lo miró a Takaki.

— Tócalo —le pidió.

No podía no hacerlo. Le quería. Lo deseaba.

Lo hizo. Tocó al menor de todos. Lo hizo jadear. 

— Haz que grite mi nombre —le dijo.

Procedió entonces a masturbarlo, a hacerlo gemir, casi gritar de la velocidad en el que las fricciones estaban siendo realizadas. 

El más chico cerró los ojos. Cerró los ojos y pensó en Ryosuke. Observó en su mente como el mismo le hacía el amor. Como lo masturbaba, cómo lo penetraba. Y gimió.

— Ryosuke —gritó casi entre gemidos desesperados— Penétrame más fuerte —suplicó.

El nombrado sonrió de lado. Se acercó y bajó a Yuri de encima de Takaki. Antes le pidió al mismo que no dejase de hacer lo que estaba haciendo. Le bajó los pantalones y la ropa interior al menor. Hizo lo mismo con los propios. Las manos poco a poco empezaban a dejar de temblar. Lo penetró con fuerza, de una sola estocada, sin prepararlo. El más chico chilló. Dolía pero se sentía en el cielo. Se sentía repleto de placer. Enseguida acabó sobre la mano de Takaki. Pero las penetraciones seguían, por lo cual seguía en la espera de un próximo orgasmo. 

— Lámeselo a Yuya —le exigió a Chinen.

El mayor bajó sus pantalones y su ropa interior dejando a la vista su miembro. El más chico lo tomó con sus manos y lo comenzó a lamer cual si fuera un dulce. Desde la base hasta la punta. Lo mordió allí, suavemente. El mayor gimió. La situación era excitante. 

Chinen gemía mientras hacía aquello. Pronto no aguantaría más y tendría otro orgasmo. Sólo las penetraciones de Ryosuke lo volvían loco.

— Yuuyan —dijo Yamada— Penétrame.

El mayor se dejó acabar sobre la boca de Chinen. El cual casi ni podía limpiarse debido que no podía dejar de gemir ni un minuto.

En cuanto Ryosuke fue penetrado, acabó dentro del menor. El cual también gritó como loco.

Yuya lo penetró con fiereza. Lo hizo temblar de nuevo, las imágenes no dejaban de bombardear su mente. Los recuerdos ya no eran tan difusos. Los recuerdos lo golpeaban. Lloró. Las lágrimas lo invadieron. El mayor detuvo sus movimientos y el menor se giró dejando que Yamada salga de dentro suyo.
Entonces Ryosuke habló.

— No se detengan —dijo— Necesito de este placebo —continuó—. Deseo continuar. Necesito continuar.

Los otros dos se miraron. Asintieron.

No podían no hacerlo. Le querían. Lo deseaban.

Serían su placebo así les faltara el aire.

Por qué no había mejor cura para Ryosuke. Que sentirse querido de esta forma. De enfrentar sus miedos. De sentirse amado por aquellos que le transmitían paz. Esa sensación de que nada estaba mal, de que todo era correcto, de que él mismo era lo único que importaba ahora y por lo mismo debía ser feliz. No podía encerrarse de por vida. No podía dejar de lado el placer por aquellas manos que lo habían traumado. 

No podía no poder amarlos.

No podía dejar de sentir el deseo que ellos generaban en él.

Sin duda el placebo que necesitaba ante su dolor eran ellos y el placer que le generaban.

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